Ibarra, la ciudad a la que siempre se vuelve

Autor: Ramiro Ruiz R.| RS 85


La historia trágica: En las diferentes crónicas sobre la laguna de Yaguarcocha se relata que en la matanza brutal las aguas de la laguna se hicieron rojas por la sangre. Este acontecimiento demandó que le cambiara el nombre, de “Cochacaranqui”, o de Otavalo​ al de Yahuarcocha. En quechua significa lago de sangre, según el historiador Espinoza Soriano. ​

Según el cronista Murúa la matanza se originó durante la batalla que terminó a orillas del lago. ​Inca Garcilaso de la Vega y Pedro Cieza de León atribuyen que Huayna Cápac capturó a miles de prisioneros tras la batalla y los hizo degollar en la orilla. ​

Según Herrera y Tordesillas el Inca ordenó sacarles el corazón a sus enemigos y lanzarlos al lago. Pero Frederick Alexander Kirkpatrick dice que fueron decapitados y sus cuerpos los arrojaron a las aguas. Entonces Huayna Cápac dijo: “ahora todos son unos niños”.

Esta última frase coincide con las informaciones de que, en ambas tribus, después de la batalla, no había ningún varón mayor de doce años. Por esta razón fueron apodados huambracunas. ​ Nazacota Puento murió en la batalla. ​

Sobre el número de muertos Garcilaso de la Vega informa el número de 2.000 muertos. Pero Cieza de León multiplica ese número por diez. ​ Herrera y Tordesillas señala 150.000, lo que es la cifra exagerada.

Construcción
La ciudad se construyó entre Quito y Pasto, y cerca al mar. En la época de la colonia los viajes comerciales entre estas dos ciudades dieron a Ibarra un significativo movimiento comercial. Se consideraba como un pueblo en progreso continuo. La ciudad creció rápido. El clima facilitó el desarrollo agrícola.

El asentamiento y la villa de San Miguel de Ibarra fueron construidos en el valle de los Caranquis, en los terrenos de Juana Atabalipa, nieta del Inca Atahualpa. Se han descubierto restos de construcciones Incas.

Las investigaciones históricas y antropológicos confirman que en la conquista española se construyó una ciudad colonial sobre la villa Inca. Se utilizaron las mismas piedras talladas para construir casas coloniales. Existe la información También existe la teoría de que Atahualpa nació en Caranqui.

Durante el periodo de supervivencia del Estado de Quito (1811-1812), “Ibarra fue una de las ocho ciudades que enviaron se representante al Supremo Congreso que se instaló el 11 de octubre de 1811 en el Palacio Real de Quito. Nombraron como representante al Dr. Calixto Miranda Suárez de Figueroa. De igual manera, durante este período la ciudad y sus alrededores fueron elevados a la categoría de Provincia. ​ De igual forma, el 1 de noviembre, el Libertador dio a la villa de San Miguel de Ibarra el título de ciudad”.

Batalla de la independencia de Ibarra
El 17 de julio de 1823 tuvo lugar la encarnizada Batalla de Ibarra, dirigida por Simón Bolívar, que liberó la región del dominio español. El coronel Agustín Agualongo, Comandante realista de Pasto, aprovechando un posible descanso de Bolívar en El Garzal, Provincia de Los Ríos, se sublevó el 12 de julio de 1823. Bolívar, escuchando que Agualongo había vencido al coronel Juan José Flores, se puso en marcha para acabar con la insurrección de Pasto.

Simón Bolívar, después de 7 días de marchas forzadas legó a Otavalo. Reunió a sus tropas, y el 17 de julio de 1823 derrota a Agualongo en las calles de Ibarra y cerca de la hacienda La Victoria, al oriente del Río Tahuando, donde está la famosa Piedra Chapetona que recuerda el acontecimiento histórico.

La leyenda dice que sobre esta piedra se encaramó Bolívar para dirigir a sus tropas a la victoria. La batalla la única que dirigió personalmente por El Libertador en territorio ecuatoriano.

Fundación
Los historiadores señalan que el precursor de la fundación de Ibarra fue García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete. En 1590 dispuso la creación de una Villa en el valle de Carangue.

Finalmente, al cabo de largos trámites burocráticos, el 23 de septiembre de 1606, el presidente e la Real Audiencia de Quito, don Miguel de Ibarra, expidió el Auto de Fundación con encargo para su cabal realización, al capitán don Cristóbal de Troya. Llegó al valle de Carangue el 27 del mismo mes. Al día siguiente, 28 de septiembre, redactó el acta de nacimiento de la Villa.

Monseñor González Suárez recuerda en su Historia del Ecuador que el día escogido fue el 29 de septiembre, y se determinó que la nueva población tome el nombre de San Miguel de Ibarra, para perpetuar el recuerdo de su fundador.

Son los datos consignados por Rodrigo Villegas en su Monografía de la provincia de Imbabura, edición que corresponde a Enrique Ayala Mora.

“Don Cristóbal de Toya, vestido de gala y acompañado de escribano público que debía autorizar el acto, y de muchas otras personas así eclesiásticas como seculares, se constituyó en el lugar determinando, y se declaró que fundaba la nueva población con el nombre de San Miguel de Ibarra y los derechos y privilegios municipales de villa: señaló solares para la iglesia parroquial, cementerio, casas municipales, cárcel y carnicería, mandó hincar en el centro de la plaza un grueso madero y, desenvainando la espada, por tres veces, en alta voz, retó al que pretendiera contradecir la fundación de la nueva villa que, en nombre del Rey Felipe III y con su autoridad y comisión del presidente de la Real Audiencia de Quito, acababa de verificar”.

Turismo
La ciudad de Ibarra es atractiva por su historia colonial, su pasado español, y su maravilloso paisaje. La proximidad a otros núcleos turísticos como Otavalo, Cotacachi, Quito, el Valle del Chota, Cayambe y Atuntaqui. Su agradable clima mediterráneo, templado, soleado en verano y de campiña en invierno atraen a los turistas.

Ibarra tiene un patrimonio histórico desde la época de los aborígenes quitus y caranquis, los incas, pasando por la extensa y monumental edad española, la colonia y la época de inmigración, la historia republicana y los vestigios de las luchas independentistas del siglo xix.

Ibarra tiene una variada oferta hotelera. La ciudad cuenta con centros hoteleros de 4 estrellas. Los lugares un poco alejados de Ibarra disponen de hosterías, haciendas, ranchos y establecimientos de turismo comunitario.

Las zonas de montaña y el campo ofrecen el turismo comunitario, creación de proyectos turísticos distribuidos en cada una de sus parroquias. Ofrecen hospedaje, caminatas, visitas a cascadas y lagunas, gastronomía local, artesanías y música.

Ibarra atractiva
La ciudad está situada a una altura de 2.225 metros sobre el nivel del mar. Uno de los atractivos es el lago Yaguarcocha. Desde el mirador se observa la ciudad con sus casas de cubierta de teja donde se esconde en silencio las leyendas y las historias de luchas, ilusiones y amores perdidos en el olvido.

Al norte, el Valle del Chota a apenas 65 km. de la ciudad, donde se disfruta del calor estimulante, el río, y las uvas que invitan a morderlas, los ovos empacados en cestos de hojas secas de plátano, las sandías de carne roja, los pepinos gozadores, y las hosterías con piscinas de aguas templadas, y restaurantes con comida desbordante, espacios verdes para caminar y gozar de la tranquilidad y la buena conversación.

La ciudad ofrece servicios de hostales: Ejecutivo, El Retorno, Residencia Imperio, Arco Iris, Aruba, El Edén del Valle, El Prado, Jatuncocha, La Castilla, Natabuela, Oasis (Valle del Chota), Rancho La Carolina, Rancho el Totoral (Yaguarcocha), San Agustín, Santa Rosa del Moras, SPA Palmira (Valle del Chota). Hoteles: Ajaví, El Conquistador, Imperio del Sol, La Guiralda, Madrid, Nueva Colonia Yoyl Ruiz Turismo Internacional.

El arte religioso se expone en las Iglesias de San Agustín, San Francisco, La Merced. La cultura y el arte le esperan en el Museo del Banco Central y el Museo de Caranqui.

En los portales del antiguo cuartel se expone la industria tradicional de las famosas “nogadas”, deliciosos dulces elaborados de panela extraída del jugo de caña y tocte (nueces); el arrope de mora, cocinado con almíbar del fruto de castilla que son un recuerdo para llevar a las personas que nos extrañan. Los conocidos helados de paila de jugo puro de frutas, postre sin comparación después de un plato típico en los restaurantes del mágico barrio el Alpargate.

Leyendas de la ciudad
El calificativo de la ‘Ciudad Blanca’ se refiere de una peste bubónica que azotó la ciudad. Los curas de aquella época ordenaron pintar las casas con cal, porque creían que el color blanco liquidaría la enfermedad.

Mientras que otra leyenda señala que, a mediados del siglo XX, el Concejo Municipal dispuso la pintura de las casas de color blanco, como Arequipa, en Perú; y Popayán, en Colombia. Esto para que Ecuador también tenga una “Ciudad Blanca”.

“Los españoles querían una ciudad para blancos. En los años de fundación, 200 familias de españoles se habían cruzado con los indígenas y querían una ciudad para blancos. El mejor sitio que encontraron fue el valle de Carangue, donde estaban radicados”.

Con esta breve información seguro que usted viajará a Ibarra con el recuerdo en su mente. Y seguro, con los deseos de regresar, aunque no sepa con certeza por qué razón. Pero Ibarra es la ciudad a la que siempre se vuelve.