Hernán Rodríguez Castelo: El guerrero de la cultura

Existen personajes que solo con el transcurso del tiempo y muchas veces luego de su muerte se revalorizan o se reconoce sus méritos, no porque no fueron importantes en sus vidas sino porque quizás el egoísmo y los prejuicios impidieron que tenga un reconocimiento oportuno a sus aportes.

Haber entregado toda una vida a la enseñanza, a la crítica implacable, a escribir incansablemente sin esperar más premio que el deber cumplido y haber completado una misión en la vida, un ejemplo doloroso es Hernán Rodríguez que refleja la poca generosidad como país.

Sectores intelectuales y culturales fueron cicateros en reconocer públicamente su valía. Su partida laceró el alma de quienes lo conocieron y el silencio oficial e institucional reflejo que como raza negamos los méritos en vida, pero como ave fénix sobreviven siempre al tiempo y a la bajezas humanas.

Hernán Rodríguez Castelo, hombre de una sola línea, defensor incansable y practicante de su fe católica cuando para ser reconocido como intelectual o culto suponía acoger con fanatismo los principios socialistas o mejor marxistas o ser furibundos odiadores. En resumen, las izquierdas monopolizaron estos espacios y solo ellos podían ser cultos o intelectuales. Hoy queremos rendir memoria a su obra, recordar su constancia de gladiador, su honestidad con sus ideas y su honradez que parecía molestar a sus ocultos críticos.

Hemos solicitado para esto la colaboración de su hijo para hacer un recuento; mezcla de padre, hombre ejemplar y creyente practicante y una reseña de una parte de sus obras que ya son parte de su inmortalidad.

Los almuerzos de domingo
Los domingos, al sentarnos a la mesa, la familia almorzaba junta, alrededor de Hernán y Pía;
hablábamos de muchas cosas, desde las cotidianas y sucedidas en los colegios de cada nieto,
hasta las de política del país, donde los consensos no llegaban.

En rectángulo, la forma de la mesa, y presidiendo cada cabecera van Hernán (Quito, 1933), Pía (Quito, 1943) y regados en sus lados largos sus tres hijos (Sigrid, Christian, Selma y su esposo Carlos), y sus cuatro nietos (Atic, Sebastián, Doménica y Felipe) y cerraba el escultor Jesús Cobo (Chunchi, 1953), apreciado amigo de la familia.

El almuerzo daba inicio con un campari en las rocas luego de que Hernán había bajado de la huerta, donde en los últimos 20 años ha plantado, cuidado y cosechado limoneros, la fruta que proveía a propios y extraños; el aperitivo daba paso a una comida respetuosa y libre; sopa para quien quiere sopa, plato fuerte para quien lo quisiera, postre para el que podía; y acabábamos con un café preparado por él mismo, quien molía los granos y filtraba la bebida, cerrando con su aporte la comida.

Con Hernán siempre fue más rápido dar cuenta de su árbol genealógico, que hundía sus raíces hasta Simón Rodríguez, maestro del Libertador Simón Bolívar, pasando por su bisabuelo Cito Rodríguez (1832 – Túquerres 1929), hasta sus padres María Esther Castelo Peñaherrera (Ibarra, 1904 – Guayaquil, 1990) y Humberto Rodríguez Dávila (Otavalo-Quito), que de su prolífica labor y producción cultural que, a decir de Rodolfo Pérez Pimentel, en su Diccionario Biográfico del Ecuador, tomo V, puede encauzarse en tres grandes vertientes: i) la de lingüística, ii) la de crítico literario, poético y artístico, y iii) la de escritor de literatura infantil y juvenil.

SU OBRA INMENSA
Mientras avanzaba el almuerzo nos preguntamos si la nueva publicación a puertas de imprenta es la 108 o 109, la respuesta era discutida hasta acordar que “Manuela” será la número 109, y esto, porque seguirlo en su quehacer diario podía ser difícil; si al conjunto de libros realizados sumáramos los artículos de prensa, los aportes a obras conjuntas, las críticas de arte y literarias, los prólogos a obras de otros autores, las conferencias y otros materiales como manuales de clase podríamos sacar una alta suma de lo que este escritor producía cada día, sin descanso y sin pérdida de calidad, interés o rigor.

Su primer libro “Recuerdos de una excursión”, en tiraje de tres ejemplares a mano escrita -uno por él mismo, otro por su madre y el último por su padre (inédito) – fue escrito en 1945, a sus doce años, y narra las observaciones del niño sobre los pueblos y paisajes recorridos durante el paseo de fin de primaria en la escuela Espejo de Quito: Cuenca, Loja, Zaruma, Guayaquil y Salinas.

SU VIDA ESCOLAR
Su arte de decir a través de la palabra escrita o hablada no fue producto de la casualidad o una inspiración que fluía sin más por sus venas; era el resultado de una formación sólida iniciada con los fabulosos traspiés de pasar por seis escuelas (terminó en la Espejo, 1945) y dos colegios (terminó en el San Gabriel, 1951), lo que al ser comentado en los almuerzos deslumbraba a los nietos y supongo que también debió haber causado sensación, en su momento, entre sus padres, ambos maestros, ambos íntegros.

Su tropezada etapa escolar no impidió su construcción como un gran lector y escritor obteniendo dos reconocimientos es esos primeros años: el 1º premio en el concurso organizado por la misma escuela Espejo sobre González Suárez y el premio al concurso nacional realizado por el periódico “La Voz del Pueblo” para elaborar un texto en solo cien palabras sobre la vida de Mariana de Jesús.

En lo formal, realizó estudios de ascética y mística (1951-1953) en el Centro de estudios clásicos que los Jesuitas tenían en Cotocollao, considerado el mejor de América en esos años; obtuvo una licenciatura en Literatura (1953-1956) en el Instituto de Humanidades Clásicas de la Universidad Católica y otra en Filosofía (1956-1959) en la Facultad de Filosofía de la misma universidad. Tiene un Baccalaureatus en Teología (1966) otorgado por la Pontificia Universidad de Comillas en Santander España.

EL HOMBRE Y SU TIEMPO
Hernán era un hombre de su tiempo, que vivió con intensidad, emoción y dolor los momentos políticos del país, que afectaron de manera directa su existencia; así la invasión peruana de 1941, que dejó niños y niñas desplazados de la provincia de El Oro, los que llegaron a Quito y se los instaló en la llamada “Colonia Machala” (en los terrenos que ocupa actualmente el Hospital Baca Ortiz) que pasó a ser dirigida por María Esther, su madre, con lo cual toda la familia se mudó al edificio, ya que de otra manera la educadora no hubiera podido cumplir con su trabajo.

Como apunte a este período, Hernán escribió años más tarde, en “Madre maestra y maestra madre”, Quito 2004, que “La integridad del territorio patrio se había violado no con el arma bajo el brazo sino con ominosos enredos de los hilos de la diplomacia, que habría dicho González Suárez, y María Esther repetía a sus hijos”. Hecho, como muchos otros, que se repetiría años más tarde con iguales miserias de sectores del país a favor de los enemigos y en traición a los intereses como nación.

VIDA PROFESIONAL
A partir de 1959, con su primera columna bajo el seudónimo de “Tragicristiano”, en un periódico de los jesuitas en Quito inició su labor periodística donde puso en el papel los temas más preocupantes de la cultura en la que estuvo inserto; este rasgo lo hizo narrador de un tiempo, pero también actor de él. Su primera gran polémica periodística se dio en España con sus publicaciones en “La Estafeta Literaria” y “Reseña” que provocaron la reacción del sector más conservador de la Compañía de Jesús. Este enfrentamiento determinó su retorno al país, en 1965, y su posterior separación de la Compañía en 1966.

Ya en Ecuador se vinculó al diario El Tiempo de Quito donde mantuvo la página cultural con “El libro de la semana” y las columnas “Microensayo”, semanal, e “Idioma y Estilo”, trisemanal, esta última tras desaparecer el diario quiteño siguió apareciendo en el guayaquileño diario Expreso, con más de 2000 entregas; también, como lingüista y guardián del uso correcto del idioma creó la “La Cárcel de Papel”.

El montañismo fue una pasión en su vida, los montes fueron el horizonte para su soledad, creo que necesaria para crear. En este caminar, pisar la tierra, el Quijote ha sido una obra casi ícono, por lo cual en su periodo español (1962-1965) recorrió los caminos seguidos por el Hidalgo tres veces, todas a pie; y, al igual que su primer libro, surgido de un recorrer tierras ecuatorianas, este andar por La Mancha se recogió en “Por los caminos del Quijote”, Quito, 1964.

OBRAS DE PASIÓN
Hombre de grandes empresas, asumidas con pasión, nunca priorizó la relación económica, en parte por su generosidad para dar de sí, en parte por su humanismo clásico, en parte porque, en un país como el Ecuador, esperar que se valoren las expresiones del arte literario o plástico para emprender en su realización nos empobrecería cada día más.

Hoy, de sus años como profesor en el San Gabriel nos quedan sus “Diarios del San Gabriel”; de su experiencia profesional y como docente de periodismo nos ha dejado “Redacción Periodística”, publicación de CIESPAL; de su conocer madurado de los niños y niñas de nuestro país su fantástica y humana “Historia del niño que era rey y quería casarse con la niña que no era reina”, anticipación mágica a la memoria de los 500 años del encuentro de dos mundos: el europeo y el americano.

Libro como “El Camino del Lector” guía de lectura de 2.600 libros de narrativa para niños, jóvenes y adultos, clasificados según edades, dos tomos, Quito 1988, es no solo una muestra de la erudición de Hernán, sino del acervo cultural de la humanidad que tuvo.

Uno de sus grandes frentes de trabajo fue la “Historia General y Crítica de la Literatura Ecuatoriana”, trabajada con intensidad lo que ha permitido recuperar para la memoria del Ecuador a grandes hombres en momentos de especial significación: Benigno Malo, Pedro Moncayo; Francisco Aguirre Abad. Sin dejar aparte a Rocafuerte, Olmedo, Solano, Mejía, Manuela Sáenz y los “hombres de agosto”: Rodríguez de Quiroga, Morales, Riofrío, Rodríguez de Soto y Valdivieso, entre otros.

Decir de Hernán, como de los autores ecuatorianos a quienes él ha estudiado en su “Historia General y Crítica de la Literatura Ecuatoriana” -que abarca del período precolombino hasta el siglo XIX- que era un publicista y que al asumir así su trabajo fue crítico y polemista, generador y orientador de opinión es, sin exagerar, ser justo.
Como hemos comentado ya, van más de cien libros publicados y un perfil resulta corto para nombrarlos.

Su horario de trabajo siempre fue igual: llegar a la madrugada, aprovechar el silencio y soledad de la noche, porque la montaña no está siempre, dormir hasta las diez de la mañana y empezar el día con un desayuno para cuidar el colesterol (en algo hace caso a los médicos), abonar/alimentar a sus árboles, también cuidaba los míos, luego dependiendo, día de monte o de piscina, o de estudio hasta la hora del almuerzo. Trabajaba en ritmos de dos horas más de diez horas al día, sin contar con las lecturas de placer.

La casa de Hernán siempre fue un espacio abierto para artistas y amigos, lo que en su día doña Zoila Ugarte le dio, él dio a quien se le acercaba, una visión crítica y orientadora, que enmarcara la producción de cada uno con el momento que vivía, que le permita hallar su lenguaje y su expresión. Y si la visita era a la hora del almuerzo pues a apretarse y aumentar un plato y a ser parte del momento.

Los domingos también hablábamos de cine y nos enterábamos del clima en Alangasí, en el Valle de los Chillos, donde vivió más de 30 años, en una casa con paredes de adobe de setenta centímetros de ancho y techo de teja. Sabíamos que, a pesar de las contraindicaciones del cardiólogo, subía todos los martes, al Ilaló, y -aunque suene a lugar común- llueva, truene o relampaguee; para luego a nadar sus 50 largos en la piscina municipal de La Moya.

Este perfil está incompleto, pero tampoco podría acabar en una enumeración o listado de fechas y eventos, premios y publicaciones, eso está en su biografía completa que son nada menos que 17 páginas; esto debe finalizar como terminan los almuerzos, dejando cosas para contar el resto del día, en otras comidas y en nuevos domingos, con olor a café recién pasado.
Hernán Rodríguez Castelo: La lista de sus obras
Sobrepasan los 100 títulos en su vasta obra, en la que destacan artículos de varios temas y dimensiones; ensayos cortos y largos sobre libros, hechos culturales, muestras pictóricas, vida y obra de personajes; libros pedagógicos, didácticos, libros de ficción, cuentos, novela, estudios, libros históricos: de personajes, de épocas, de eventos, análisis y cometarios artísticos y de artistas, críticas literarias, pictóricas, incluso musicales.

Recorrer los títulos de sus obras es, en verdad, una tarea que asombra. Son tantos y tantos que resulta difícil comprender como es posible que en 80 años de vida, pueda un autor legar tantas ideas, tantos conceptos, tantos pasajes y tantos estudios.

Desde sus trabajos iniciales, un tanto modestos, hasta los inmensos y profundos estudios sobre la literatura y autores ecuatorianos de los siglos XVII, XVIII y XIX, la pluma de Rodríguez es deslumbrante.
Su hijo Christian nos cuenta que Hernán Rodríguez Castelo tenía una disciplina de trabajo que lo llevaba a hacerlo hasta 10 horas por día, en intervalos de 2 horas. Solo así puede entenderse el volumen de su obra.

No podemos, por razones de espacio escribir todo el listado de su trabajo, por eso, hemos querido destacar algunos títulos.

Comunicador y maestro de comunicadores
1987.- “Retórica en periodismo” revista Chasqui, órgano de CIESPAL.
1988.- “Redacción periodística”, CIESPAL
1993.- “Literatura infantil, violencia y medios de comunicación. Problemática de América Latina”.
1993.- : “Cómo escribir bien”.
1996.- “Nuestros latinoamericanos vistos por sí mismos”.

Arte ecuatoriano
1977.- “El hombre y su genio”. Ediciones Paralelo Cero.
1966.- “Guía para ver el Salón de Artes Plásticas”,
1969-1979.- “La pintura: década de definiciones”.
1990.- 100 artistas del Ecuador Diners.
1980.- Historia General y Crítica de la Literatura Ecuatoriana
En el primer tomo del siglo XVIII se dedicó al arte en el cuadro general del siglo estos apartados: “La espléndida fábrica de sus iglesias”, “El Barroco floreció en retablos”, “Las dos cumbres de la escultura” (Legarda y Caspicara), “La vocación para el primor había hallado cauce”, “A través de un arte delicado y sutil”, “Cierran el siglo de la pintura”
También dedica atención al arte en el período en la siguiente parte de esa Historia General de la Literatura Ecuatoriana, dedicado al período 1800-1860, en el tomo I, apartados “Una ciudad de pintores y escultores”, “La escultura” y “Del taller a la escuela”.

Libros temáticos
1985.- “Arte sacro contemporáneo del Ecuador”
2008.- El gran libro del desnudo en la pintura ecuatoriana del siglo XX,
2001.- Pequeña antología de Quito en el siglo XX, Quito,
2001.- Pequeña antología de la moderna acuarela ecuatoriana. Quito.
1992.- Diccionario crítico de artistas plásticos del Ecuador del siglo XX, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana. Fueron 449 artistas, comentados.
1993.-“El fichero de artistas visuales”.
2000.- El siglo XX, un siglo de libros. (Y de artes y de cine).

Crítica y la historia de la literatura
1961.-Presencia del Padre Aurelio Espinosa Pólit. Diversas revistas del medio.
1962.- “Los Hermanos Karamasov un himno a la alegría” y “La novela nueva llamada a juicio”.
1964.- “Teatro Ecuatoriano” “Cuadernos Hispanoamericanos”. España.
1963.- Ensayo “Sobre libros prohibidos”. La Estafeta Literaria España.
1965.- Ensayo “Los libros buenos y malos y la edad juvenil”.
1965.- Ensayo “Paralelo entre la novela indigenista ecuatoriana “Huasipungo” y la modernista argentina “Don Segundo Sombra”. “Reseña” España.
1979.- “Benjamín Carrión, el suscitador y el consagrador”, “Benjamín Carrión, el crítico”, “Benjamín Carrión, el ensayista”, “Benjamín Carrión, el prosista y su estilo” y “La más alta y total lección del prosista y el hombre”.

En 1971, con el empresario guayaquileño Tomás Rivas Mariscal, asume la que Benjamín Carrión llamó “la más grande proeza intelectual”: la publicación a semana seguida de los cien volúmenes de la “Biblioteca de
2011.- Los cuentos más bellos del mundo. “Cenicienta” de Charles Perrault, “Hansel y Gretel” de Jacob y Wilhelm Grimm, “Bella y la Bestia” de Jeanne Marie Leprince de Beaumont, “La Sirenita” de Hans Christian Andersen y “El príncipe feliz” de Oscar Wilde (583 pgs).
2012.- Sobre la novela histórica y una novela sobre los agostos quiteños
2017.- “García Moreno por sí mismo”.
Literatura infantil y juvenil
1962.- “El niño que viajó hacia el sol de la tarde”.
1962.- “La historia del agua”
1963.- “Un niño quiere leer” y “El universitario que no sabía leer”.
1964.- Termina su primera novela para niños: “Caperucito Azul”.
1964.- Gana en España uno de los premios “Doncel” con su cuento para niños y jóvenes “Rumi Guagua, el niño de los Andes”.
1977.- “La historia del fantasmita de las gafas verdes” (novela).
1977.- Del contacto con el mundo mágico del Ilaló, nacería su novela infantil “La historia del fantasmita de las gafas verdes”. Y de sus inquietudes sociales, “Memorias de Gris, el gato sin amo”.
1983.- “Bolívar contado a los niños” (por entregas) y “Memorias de Gris, el gato sin amo”.
1983.- “Tontoburro”.
“Historia de dos vecinos”, que se publica en 100.000 ejemplares.

CULTIVO, ENSEÑANZA Y DEFENSA DEL ESPAÑOL

1969.- “Tratado práctico de puntuación”. Editorial “Santo Domingo”.
1978.- “Orígenes de la lengua castellana”. Y, “Cómo nació el castellano”.
1979.- “Léxico sexual ecuatoriano y latinoamericano”.
1980.- “Literatura en la Audiencia de Quito. Siglo XVII”.
1980.- “Cuatro días por los caminos del Quijote”
Si desea conocer más obras y detalles del trabajo de Hernán Rodríguez Castelo, puede dirigirse a la dirección electrónica: www.hernanrodriguezcastelo.com o a Wikipedia.