Gustavo Alfaro: El entrenador, el técnico y el ser humano

Me han pedido que escriba algo respecto a nuestra selección de fútbol y más especialmente sobre mi gran amigo Gustavo Alfaro, entrenador, maestro, guía e incluso padre de un grupo de jóvenes futbolistas ecuatorianos a quienes ha llevado con trabajo, tesón y esfuerzo al campeonato mundial de Qatar.


(( Escuchar el artículo ))

Mucho se ha escrito, hablado y difundido en redes sociales, mucho se ha analizado por la prensa y por los distintos profesionales del país respecto a Gustavo Alfaro. Por lo tanto, creo que sería muy poco lo que yo podría añadir en el aspecto técnico, táctico y profesional. Quisiera, intentar al menos, compartir con todos, algunas de mis vivencias y experiencias con Gustavo, las mismas que me han permitido percibir, desde mi criterio personal, conductas y cualidades de un excepcional ser humano sobre todo, que circunstancialmente y por destino dirige ahora nuestra selección nacional de fútbol.

También habrán leído el libro escrito por Gustavo sobre su experiencia en la selección nacional: “Cazadores de utopías imposibles”. Allí está descrito de una manera extensa, profunda y amena el desarrollo y la evolución de su labor en nuestra patria, por lo tanto, sería innecesario redundar al respecto. Me llamó mucho la atención el título de este libro y sobre todo la palabra “Utopía” y quisiera realizar unas pocas reflexiones al respecto.

Tomas Moro, tituló así, una especie de ensayo filosófico donde narraba la vida en una isla desierta llamada Utopía. Allí las condiciones de vida se caracterizaban por la abolición de los principios y reglas que oprimían a la sociedad, en la búsqueda de un modelo más ideal y humano. Luego pensadores como Platón, Campanella, Bacon y muchos otros filósofos han profundizado sobre el término utopía y sería demasiado extenso explicarlos aquí. Sin embargo, en lo fundamental, la utopía se refiere a “Todo ideal político, social o religioso (y ahora lo asimilamos a lo deportivo) de difícil o imposible realización”. Y este es el sentido real y simbólico de lo que consiguió Gustavo Alfaro junto con su equipo y sus jóvenes jugadores con la clasificación a Qatar de nuestra selección.

LA UTOPIA FUENTE DE RENOVACIÓN

La utopía está entonces en la base de toda renovación, representa una corrección o una integración de una situación en particular, esta corrección puede permanecer, como ha ocurrido u ocurre a menudo, en estado de simple aspiración o sueño genérico, disolviéndose en una especie de la evasión de la realidad vivida. Pero puede también puede suceder que resulte en una fuerza de transformación de dicha realidad, que se constituya en acto y adquiera bastante cuerpo y consistencia para transformarse en una auténtica voluntad innovadora, encontrando los medios de esa innovación.
Este sería entonces el verdadero sentido del libro de Gustavo y su plena realización. Coincido con él, en que la labor inmensa aparentemente utópica, difícil de conseguirse pudo realizarla, lograrla y concretarla para que de esta manera la selección de Ecuador que comenzó como todos sabemos casi desde cero pueda haber llegado, luego de una ardua lucha y esfuerzo, a conseguir la clasificación para Qatar, que era lo que nos interesaba fundamentalmente a los ecuatorianos.

Pero más allá de todo lo que la gente, prensa y en general lo que el país a analizado sobre la técnica, conocimiento futbolístico, estrategia y aplicación de los diferentes conceptos de lo que es el fútbol, que ha aplicado Gustavo, quisiera también recalcar que para conseguir este objetivo y para realizar esta utopía deseada han contribuido y se han establecido dos conceptos sumamente básicos.
Uno es para mí, la relación profunda humana que tuvo, ha tenido y sigue teniendo Gustavo con cada uno de sus jugadores jóvenes que fue escogiendo a lo largo del camino, con su entorno, equipo técnico, autoridades de la federación y sobre todo con cada uno de los ecuatorianos con quienes a través de la prensa y partidos generó un contacto humano profundo.

SU CONCEPTO DEL ESPÍRITU

No creo que se hubiera alcanzado todo lo que se alcanzó si el entrenador hubiera sido sólo un técnico en fútbol. Creo que es fundamental algo que corresponde al humanismo más profundo que maneja y expresa Gustavo, es decir más allá de lo técnico, hay un concepto que es el concepto del espíritu. El espíritu que es la fuerza verdadera motora de todo acto humano, aquel espíritu que es una participación de esa energía, sea divina o cósmica, la cual mueve el mundo y la vida.

Creo que la parte espiritual de Gustavo fue la que le permitió captar, comprender e integrar nuestra idiosincrasia nacional, nuestra cultura, nuestra propia naturaleza, tanto en lo más trascendente como en lo más simple y cotidiano, y realizar una mágica simbiosis entre la teoría y el deporte, no solamente en cuanto a los jugadores y su perfectible juego, si no también, en su relación con el público, con la prensa y autoridades, para de esta manera dar a cada uno de sus escogidos el impulso y la fuerza suficiente para defender lo que él mismo determina como valores fundamentales: la bandera, el escudo y el himno de nuestra patria ecuatoriana.

Este espíritu que impregna y ha impregnado su labor fue verdaderamente la fuerza motora de gran parte de su obra. Pero debemos también aceptar que el espíritu por sí sólo tampoco es capaz de lograr una transformación de la realidad, porque sigue siendo, aunque profundo, una fuerza etérea. Concretar la labor del espíritu en la realidad es lo que constituye la segunda parte de su obra, lograr bajar a la realidad la aspiración espiritual para hacerlo práctico y real.

Eso constituye la concreción humanística del concepto espiritual y eso habla de la sensibilidad profunda que nos mostró siempre a cada uno de nosotros. Y los que tuvimos la suerte de compartir, a través del golf y ciertas circunstancias, una amistad con Gustavo, pudimos ser testigo de esa sensibilidad y humanismo con cada uno de los niños, periodistas y aficionados que se le acercaban buscando en él, no solamente la realización de un proyecto futbolístico si no también la realización de un proyecto humano. Y más aún tratándose del fútbol que modernamente se constituye no sólo en un deporte de multitudes, si no que se ha establecido como un símbolo social, no solamente deportivo sino donde se juntan los más profundos anhelos, aspiraciones, deseos y expresiones de una nacionalidad. Similar al circo romano, a las danzas de la lluvia de los primitivos y a los rituales de nuestros chamanes en busca de lo sobrenatural.

Finalmente, quisiera reiterar que más allá de los resultados que se obtuvieron en Qatar, donde nuestra selección también brilló con luz propia, el proceso realizado y el hecho de haber conseguido la tan ansiada clasificación, ya nos compromete a todos los ecuatorianos con el reconocimiento noble y la gratitud perenne hacia Gustavo y su equipo, por las alegrías, las emociones y la realización de un anhelo profundo que él nos permitió y nos brindó. ¡¡Gracias Gustavo!!

Dr. Edgar Godoy