ENVIDIABLE SENSATEZ

Eso es lo que ha mostrado un país racional, sensatez y sentido común para escoger su futuro, más allá de baratas demagogias y del baratillo de ofertas de “derechos” y regalos, sin contraparte de obligaciones y deberes. Ante la propuesta presentada por una Asamblea Constituyente sectaria, encerrada en odios y revanchas como tema argumental, pésimamente redactada, jurídica y gramaticalmente, pero sobre todo, alejada y enemistada con la historia y los valores comunes de una sociedad, ésta se ha expresado democrática y contundentemente.

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El No también es al gobierno.

La máxima autoridad, el Presidente Boric, y todo su gobierno, se emplearon a fondo por la aprobación del proyecto, utilizando los considerables recursos que tiene el Estado. Disfrazar la monumental derrota del gobierno resulta difícil, tras sus acciones, no sólo en la campaña por el Apruebo, sino en actuaciones que reflejaron ya posturas políticas extremas, en los conflictos con mapuches, donde grupos indígenas protagonizaron acciones armadas violentas contra personas y propiedades, algunas incluso incendiadas, en la indefensión ante los grupos violentos por parte de las autoridades competentes.

Se estaba dejando en claro que los derechos ciudadanos eran harto menos importantes que las visiónes ideológicas de un gobierno radicalizado alrededor de consignas arcaicas extremistas.

Ni el voto obligatorio les ayudó.

El pueblo chileno, convocado a votar obligatoriamente en un referéndum para Aprobar o Desaprobar el mamotreto urdido por la Constituyente, expresó de manera democrática y contundente su rechazo al bodrio que unos representantes incapaces y fanáticos se permitieron presentar.

Más del 60% de los votantes, muy cerca de 8 millones de ciudadanos, número que superó al de quienes votaron en total por convocar a la Constituyente, dijeron que No, alto y claro, a un proyecto divisionista y sectario, lleno de ese maligno odio al éxito de cualquiera, la marca de fábrica de esa filosofía del fracaso, descrita por Nietzsche en una línea, “alguien tiene que ser culpable de que yo me encuentre tan mal. Con esa lógica se hace la revolución”.
Difícil una mejor definición.
Reducción de la pobreza del 42 al 8%.

Sin duda muchos de los votantes del No, corresponderán al 34% de personas, que dentro de los últimos 30 años, bajo la Constitución aprobada por un Referéndum en 1988, se integraron en una creciente y cada vez más próspera clase media. Chile ha sido, en esos 30 años, protagonista de un sostenido crecimiento económico, a lo mejor no perfecto en cuanto a la distribución, pero que indudablemente ha logrado mejorar sustancialmente la condición de vida de un elevado porcentaje de la gente. Cabe destacar que, durante los 30 años de vigencia de la Constitución de 1988, dentro del marco de la Concertación, que aglutinó a diversas tendencias democráticas racionales, moderadas y patrióticas, fue objeto de más de 40 reformas y ajustes, como es práctica normal en cualquier Constitución del mundo.

La más antigua de las Constituciones vigentes, la norteamericana, va para sus 250 años, con todas las enmiendas que el paso del tiempo ha demandado para adaptarla a las nuevas realidades sociales y políticas. A pesar de una guerra civil terrible, concluida ésta, a nadie se le ocurrió “refundar” el país, sino retomar el curso marcado casi 100 años antes por los fundadores de la nación, tras el conflicto que amenazó con destruir al país.

El contraste con buena parte de Latinoamérica no puede ser más llamativo. Ecuador, 20 constituciones, Bolivia 19, Colombia 16, Peru 12, Venezuela 22, para un promedio de 17 constituciones en 200 años, es decir, algo menos de 12 años por constitución. La frase “seguridad jurídica”, factor decisivo para el desarrollo económico de largo plazo, carece de sentido en nuestra cultura. La constitución es percibida como un fetiche, la panacea que, por su simple adopción, resolverá todos los males. Se vuelve una suerte de libro sagrado, que al no producir los milagros esperados, se desecha para adoptar otra, en una sucesiva e interminable apostasía política. La Constituyente chilena se alineó con las lamentables constituciones bolivarianas, que han llevado a Venezuela al desastre, y a insolubles problemas de gobernabilidad que aquejan al Ecuador, que fue incapaz de decir No, en 2008, al esperpento que le vendieron.

El histórico sentimiento patriótico que ha caracterizado al pueblo chileno, por los conflictos que a lo largo de su historia ha mantenido con sus vecinos, ha sido agredido y ofendido, tanto en el proyecto presentado, como por la campaña del Apruebo, durante la cual se ha desecrado grotescamente el himno y la bandera nacional, la que, con el perdón de los lectores, algún energúmeno en un acto público, se la sacó del recto.

Tampoco fue bien acogida la creación de un estado mapuche dentro del estado chileno, ni el establecimiento de una justicia paralela, renunciándose a la jurisdicción legal sobre unos territorios que se reconocían ajenos a la soberanía del estado. Se llegó a exaltar al Wallmapu, un estado mapuche que tendría sus fronteras occidentales en el Pacífico, y las orientales en el Atlántico, incorporando a buena parte de la Patagonia argentina. Como cabía esperar, la protesta del gobierno argentino no se hizo esperar, en uno de los primeros y frecuentes papelones que unos activistas fanáticos, devenidos en ministros o funcionarios estatales, han protagonizado en todas las instancias.

Ojalá los autodenominados “progresistas” tengan la sensibilidad de aceptar la clarísima decisión de la sociedad y no busquen introducir por la ventana aquello por lo que les dieron con la puerta en las narices. Conociendo sus antecedentes, reaparecerá la violencia callejera, como argumento para imponer por las malas lo que les negaron las urnas. Ese sainete lo conocemos muy bien acá en el país, donde los grupos extremistas se creen con derecho a imponerse por la fuerza a quienes buscan ganarse la vida con su esfuerzo y no estar esperando las dádivas que, por razones ignotas, les debe entregar la sociedad, bajo amenaza de saqueo y pillaje.

Cuando, en las propias palabras del capataz del rebaño, la alternativa es o su trasnochada utopía racista, o la barbarie, la sociedad debe ser capaz de sacar conclusiones evidentes y actuar firmemente para defenderse de las agresiones que minorías violentas perpetran.

Volviendo a Chile, es importante escuchar un clamor por modernizar y actualizar la normativa constitucional, partiendo eso si de que el país existe, no es necesario refundarlo, sino buscar acuerdos para mejorarlo, sin caer en la ingenuidad de creer que un texto es la solución a los problemas. Los países, como las culturas, no se construyen en un día ni en una semana. Son resultado de muchas generaciones, que encuentran un destino común en los acuerdos mínimos que logran establecer, de los que habláramos hace unos días.

Cambio si, pero no así.

Qué poderosa lección de republicanismo y democracia, pero ante todo de una decencia de la que el supuesto “progresismo” ha demostrado carecer, sería proponer, desde el centro, la derecha y la izquierda serios, no los populistas ni extremistas, una reforma constitucional que recoja ideas y anhelos de la sociedad toda, dentro de los principios y valores institucionales de Chile.
Ojalá nuestros políticos pudieran alcanzar la humildad de Newton, que aclamado por sus pares como el mayor científico de su época, respondió diciendo, “si he llegado tan alto, es porque vengo a hombros de gigantes”. Eso es demasiado pedir en una actividad vuelta sinónimo de pequeñez y mediocridad, definida por sus carencias y sus miserias, donde sus “capacidades” radican en destruir aquello que gentes mejores crearon. No me ayude compadre!

Penosas declaraciones del presidente Petro. Su “revivió Pinochet”, es ofensivo y grosero, al calificar al pueblo chileno de pinochetista o estúpido. En una semana para olvidar, avaló a una Sra. implicada en un saqueo de casi 1000 millones de dólares, y se ocultó para no votar por la sanción al dictador Daniel Ortega. Como que se caen las máscaras y afloran las coincidencias, que empiezan a parecer complicidades.

El mantra del SSXXI de la “no intervención en asuntos externos”, parecería se aplica solo a los otros. Recordemos nomás el cargamontón sufrido por la función judicial argentina por haberse atrevido a juzgar a una de los suyos, pese a la evidencia presentada por la fiscalía, de un sistema para el saqueo perfectamente montado.

Ya se les habrá olvidado el escándalo de corrupción internacional creado por Odebrecht, con el entusiasta apoyo, en su momento, del gobierno de Lula? A las memorias frágiles o a los amnésicos selectivos conviene hacerles acuerdo que atracar un país es un delito, así lo cometa uno de los suyos. La histórica incapacidad de la “izquierda” para depurarse y sacudirse de pillos y delincuentes, es un lastre que le resta cualquier autoridad moral. Los ladrones lo son, de rojo, de azul o de negro. Reconocerlos y castigarlos, además de justo y correcto, es de gente decente.

Dr Alan Cathey