El velo mental

Autor: Dr Alan Cathey Dávalos | RS 56

En una sociedad paternalista como fue (y sigue siendo, en muchos aspectos) la ecuatoriana, la presencia de la mujer en diversos campos laborales es mínima; las que se han destacado han debido romper barreras y saltar obstáculos para lograr sus objetivos.

¿QUE PASÓ?
El acontecimiento al que me referiré empezó a producirse hace más de 4 meses, pues los primeros casos se dieron en noviembre del año pasado, sin que las autoridades hayan sido capaces, sea por no poder o no querer, de detener a los autores de estos eventos, el envenenamiento de niñas y muchachas de escuelas y colegios iraníes, con algún agente químico, que ha obligado a hospitalizar a las afectadas.

La sorprendente indiferencia que la teocracia iraní ha exhibido alrededor de este caso ha provocado la indignación de los padres de familia y de la sociedad en general, pues estamos realmente ante acciones que se inscriben en la sicopatía del fanático, para quien dañar o poner en riesgo a quienes, en sus ilusorias pretensiones, considera contrarias y hasta peligrosas.

No es coincidencia ciertamente, que estas agresiones se den específicamente en aquellos centros educativos que tuvieran una activa participación en las protestas por el asesinato de la joven kurda Mahsa Amini, a manos de la siniestra “policía moral”, oscuro brazo de la teocracia para aterrorizar a la población, particularmente a la mujer, cuya sumisión a unos supuestos mandamientos de algún dios ancestral, debe imponerse a toda costa y por cualquier medio.

¿VENGANZA U ODIO, O AMBAS ACTITUDES?
Evidentemente, se trata de una venganza de los sectores más sectarios de una corriente profundamente reaccionaria, para la que, a más de la participación de las jóvenes en las protestas, les indigna que se eduquen, que tengan la posibilidad de formarse, y, Ala no lo quiera, llegar a al Universidad para estudiar una carrera. Es que, para el fanático religioso o ideológico, nada es más peligroso que la educación y la capacidad de razonar y pensar por sí mismo.

ODIO AL SABER Y CONOCER
Las religiones abrahámicas, el Islam entre ellas, en sus mitos originarios, ya establecen que el hombre es expulsado del Paraíso por “comer del prohibido árbol del conocimiento del bien y del mal”. El conocer es un pecado terrible, y la pretensión de ser capaz de conocer, de saber, debe castigarse con rigor, o mejor aún, impedirse.

El propio viceministro de salud ha sido capaz de llegar a la portentosa conclusión, tras nuevos casos de envenenamiento, que llegan ya a cerca de 800 jóvenes, que los autores buscarían que, ante el riesgo, se cierren las escuelas y los colegios femeninos, sea por decisión de las autoridades, sea porque los padres resuelven no enviar a clases a sus hijas por seguridad. Si bien hasta el momento no hay víctimas fatales, muchas jóvenes han terminado en el hospital, aquejadas de mareos, náusea y de problemas respiratorios agudos. En Irán, un estado policíaco de la peor especie, que no detiene a quienes están detrás del deliberado intento de impedir la educación de las jóvenes, demuestra, si no la complicidad, al menos la ninguna importancia que le dan al caso.

Tanto en el Islam shiita iraní, como el sunita, toleran y subrepticiamente apoyan a éstos fanáticos, cuando no los aplauden y valoran, casi como ángeles vigilantes. Cruzando las fronteras orientales de Irán, los talibanes en Afganistán promueven activamente que las jóvenes afganas sean mantenidas en la más absoluta ignorancia, en acatamiento de alguna cavernaria interpretación del Corán, por la cual, el uso del cerebro femenino en tareas que no sean absolutamente elementales, está mal visto por su dios.

EN ESTOS DÍAS
Desde diciembre del año pasado, las jóvenes afganas tienen vedado el acceso a las universidades, lo que completa el cerco a su educación que, desde el mes de octubre pasado, clausuró, sin fecha de reapertura, los colegios femeninos, prohibiendo, efectivamente, que las jóvenes adolescentes mayores de 12 años, puedan educarse formalmente. No es coincidencia el que, en las dos sectas más importantes del Islam, los extremistas y radicales mantengan idénticas posturas retrógradas en torno a las restricciones que se imponen a las mujeres. Es un ethos cultural común el que alimenta la arcaica sumisión y subordinación de la mujer en la sociedad islámica, y la perversa política de impedir su acceso a la educación, opera con el objetivo final de mantener ignorante a, al menos la mitad de su población. Saben muy bien que la principal amenaza para sus modelos morales y religiosos es la razón y la inteligencia, y su aliada principal, la más extendida oscuridad.

EL SHOCK
Las manifestaciones masivas de la juventud iraní, particularmente de jóvenes colegialas que se atrevieron a enfrentarse en la calle a la brutalidad represiva de un régimen que, durante 3 meses, asesinó a más de 500 personas, encarceló a varios miles, ejecutó a 4 en la horca, y tiene en su siniestra lista de espera a otros 30, aguardando similares condenas, debe haber sido un devastador shock para los clérigos, al darse cuenta del grado al que ha llegado la quiebra moral de la Revolución Islámica, y al absoluto rechazo que se ha ganado entre la juventud. Les debe resultar particularmente amargo que, de los aspirantes cuyas calificaciones les permiten acceder a la universidad, más del 60% sean mujeres. La casi inevitable reacción de los fanáticos al sentirse acorralados es violenta y agresiva, impedidos como están, por la ceguera religiosa o ideológica, de darse cuenta del nivel de bancarrota moral a la que han llegado.

El casi medio siglo transcurrido desde la toma del poder de la teocracia iraní ha visto el ahondamiento del fanatismo en las instancias del poder religioso y político, al punto de llegar, en la práctica, a eliminar a la oposición mediante el arbitrio de alguna comisión “calificadora”, integrada tan solo por clérigos, para, a cuenta de cualquier tipo de objeción, descalificar a los candidatos no alineados con los ayatollas.

La discriminación educativa entre talibanes y clérigos shiitas o sunitas, en Irán, Afganistán, y en otros muchos lugares donde el Islam es mayoritario y parte de la administración de justicia, a través de la aplicación de la Sharia, la ley islámica, es tan sólo la punta del iceberg, cuyo mayor volumen está sumergido y afecta a muchísimos otros aspectos en los que la subordinación de la mujer se mantiene firmemente, anclada en disposiciones y en tradiciones provenientes de un pasado tribal arcaico, pero sin duda, la negación del básico derecho a la educación, a la libertad de pensamiento y de opinión, que tan sólo tienen sentido si ése primer derecho se cumple, es la raíz ideológica para la subordinación de la mujer y su condición de inferioridad legal.

PARTEAGUAS CULTURAL
Siempre ha sido una incógnita no aclarada, el parteaguas entre la cultura europea, sobre todo la occidental, y el mundo islámico, en un primer momento, árabe, para dar paso luego a la preeminencia otomana, respecto del desarrollo de las ideas y el largo proceso a la modernidad, particularmente en el plano de la ética, como campo que acota la relación entre las personas, antes que la teología y la moral, más relacionados con la divinidad. Ese parteaguas es el Renacimiento en Europa, entendido como el retorno a unas fuentes seminales, que dos milenios atrás ya habían dado pasos de gigante para poder dar respuesta a las incógnitas y la perplejidad que las fuerzas de la naturaleza provocaban en el ser humano, más allá de aquellas que el pensamiento mágico ofrecía.

El milagro griego, que seguro bebió de fuentes egipcias y mesopotámicas, en el campo matemático, astronómico y geométrico, pero que fue capaz de llevarlas a cotas extraordinarias, en cuanto a su sistematización de fórmulas y de reglas, sería la base para el desarrollo de la lógica como disciplina de pensamiento, y de ésta, a la filosofía. El ejemplo de sencillez y elegancia de Eratóstenes que, con una vara de madera, sus ojos y su inteligencia, logra, hace 2300 años, establecer la redondez de la Tierra y su diámetro, con un error del 10%, nos abruma hasta hoy.

El Renacimiento se rinde a la estética griega, que a su vez tiene como referente al cuerpo humano, pero, por sobre todo, a la mente humana capaz de razonar independientemente de explicaciones sobrenaturales.

Curiosamente, y bastante antes de la llamarada renacentista europea, el mundo islámico había estado en contacto con el legado del pensamiento griego, por su conquista de la costa mediterránea, donde la presencia griega era milenaria, en Jonia, en Alepo, pero sobre todo, en Alejandría.

Habían estado en contacto con las obras de Platón y de Aristóteles, que habían traducido al árabe, y que regresarían a Europa desde la Córdoba musulmana, traducidas del árabe al latín. La intelectualidad islámica admiró muchísimo el rigor lógico de Aristóteles, y de hecho, en los primeros momentos de la expansión islámica, los conquistadores árabes adoptaron toda una serie de aplicaciones científicas del mundo antiguo en las tierras conquistadas, en particular, en Andalucía. Pero el peso de la doctrina religiosa fue siempre aplastante, así como la distancia, y hasta enemistad entre los teólogos e intérpretes islámicos y quienes investigaban con la razón.

Esa lucha terminó con la victoria de los clérigos, como pasó en Europa tras la caída del Imperio Romano. La diferencia se dio porque en el Islam jamás se produjo un renacimiento, porque, en el fondo y al final del día, no podían regresar a lo ajeno.

EL RENACIMIENTO O LA FALTA DEL RENACIMIENTO
Del Renacimiento nacerá, en duro conflicto con la religión, el pensamiento científico, que derribará la arquitectura ideológica del mundo medieval, basada en el geocentrismo ptolemaico, a través de la observación de la realidad astronómica con la invención del telescopio.

La revolución científica se precipitará con la etapa de los descubrimientos, que serán la fuente de riqueza que impulse el naciente capitalismo europeo, y que permiten que se genere, para el siglo XVIII, una revolución tecnológica portentosa, cuyo impulso sigue actuando en el mundo de hoy, que fue la llave para la supremacía europea, en lo económico y militar, durante los últimos 3 siglos.

Otra consecuencia, esta extraordinaria, del humanismo renacentista, será la Ilustración, en su revolucionaria comprensión de que la única manera de impedir o dificultar la tiranía, era poner límites al poder absoluto, la forma en que el mundo había sido gobernado desde siempre.

También revolucionaria es su visión del ser humano individual, como el actor y el destinatario de la gestión política, legal y económica de la sociedad, bajo un principio de igualdad y libertad ante la ley. El individuo es, por su naturaleza, y no por concesión de autoridad alguna, titular de unos derechos personales inalienables.

Aquí radica el origen de lo que hoy llamamos “derechos humanos”, un concepto completamente nuevo, que a lo largo de los siguientes siglos se desarrolló y refinó.

Este concepto exige naturalmente que el individuo, por vez primera “ciudadano”, en el sentido político del término, sea partícipe de las decisiones, a través de su voto y de su participación, a tomarse en una democracia, otra palabra y concepto rescatados de la Atenas clásica.

LOS DERECHOS HUMANOS
Gradualmente, la noción de unos derechos humanos esenciales se volvió parte sustancial de la ética pública. Con la Declaración Universal de los Derechos del Humanos, adoptada por la ONU en 1948, se ha definido un marco legal internacional para su aplicación y extensión. Lamentablemente, como mencioné antes, para que esto no se quede en un enunciado, se requiere mucho más que declararlos. Una significativa mayoría de Estados en el mundo nunca han logrado salir del arcaico modelo autoritario del poder absoluto, de individuos, partidos o teocracias, para quienes la noción de que los individuos puedan ser titulares de derechos es totalmente extraña y ajena a su naturaleza y cosmovisión.

Puede ser triste y trágico, pero tanto el concepto, como su valoración y respeto se da únicamente en sociedades que son a la vez libres y abiertas, pues aceptar la noción de que las otras personas puedan tener los mismos derechos que uno mismo, a pesar de parecer obvio, es resultado de una construcción cultural de siglos, que tan sólo se ha dado, de manera sostenida y estable, y esto hasta cierto punto, en las sociedades democráticas occidentales.

Se ha vuelto habitual que los autoritarismos, de cualquier signo, desconozcan su validez, ya sea declarándolo, con el argumento de que quienes reclaman por su observancia, están realizando un acto de intromisión en los asuntos internos del país que los irrespeta, o simplemente de hecho, dentro de la venerable práctica del abuso de la fuerza, y de la certeza de que contará con la bendición de otros tiranos. Lo descrito en la parte inicial de este artículo, se explica, creo, bastante mejor luego de asta reflexión.