Don Nico

El 18 de noviembre de 2022 don Nico habría cumplido 100 años, más de 25 fue el director de La Hora. Un ejemplo de vida.

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El olor a café se esparce por todo el edificio, esta es la señal inequívoca de que Nicolás Kigman Riofrío, el Director de La Hora, había llegado a su oficina.

Se lo veía sentado y saboreando un cigarro que sostenía con esos dedos tan grandes que de seguro se asimilaban a las manos que pintaba su hermano Eduardo.

Don Nico, como todos lo llamábamos, solía mantener abierta la puerta de su oficina y gran parte del personal que pasaba por allí le auguraban un buen día. Lo primero que hacía era leer todos los periódicos impresos que se editaban en el país, material del que se nutría para las charlas con periodistas.
-Hola bonita, me decía, ¿qué le parece estos arreglos y componendas?

La verdad es que todos saldrán perjudicados, ya veremos qué pasa.
Su oficina guardaba los secretos de su vida. En el cajón derecho de su escritorio escondía una botella de pisco y un vaso del que iba tomando durante toda su jornada. Si algún amigo lo visitaba era convidado a un traguito y muchos más.

Los periodistas que iban a su oficina muchas veces se quedaban y ya tomados se retiraban. Sus notas de ese día había que suplantarlas. En esas jornadas en el diario nos nutríamos de su sapiencia, su ironía, su humor, de su amena conversación, de sus anécdotas y testimonios, contados muchas veces pero con tanta gracia que igual las disfrutábamos.

Sus carcajadas sonaban tan estridentes que se convertían en una risotada general. De rato en rato pasaba sus grandes dedos por su raído pelo blanco, como para asegurarse de que no era completamente calvo. Era tanta su versatilidad que pasaba de un tema a otro fácilmente. Escritor, periodista y promotor de la cultura ecuatoriana, no había materia que Don Nico no pudiera abordar, pero de su vida familiar poco hablaba. De un tema pasaba a otro; era incansable y con su ironía, versatilidad, humor y amplia cultura hacía las delicias de los oyentes.

Muchos de estos relatos humorísticos están plasmados en El Mortero, segmento del Diario La Hora que combinaba la caricatura con textos cargados de humor político. Esta sección la editaba él y les agregaba sus jocosos dichos.

Sus peripecias vividas en el Oriente cuando trabajaba para la Shell, el disfrute de las cantinas y sus tertulias, la invasión a fiestas que no había sido invitado, su paso por la administración pública, su cercanía con Carlos Julio Arosemena Monroy, sus inicios como periodista, sus residencias en Loja, Guayaquil y Quito, son parte de sus vivencias. En fin, hay tantas cosas que decir de este adorable y multifacético ser.
No había conversatorio o tertulia sobre el Quito de antaño a la que no fuese invitado.

Su narrativa llena de sapiencia nutrió el conocimiento de generaciones amantes de la cultura y aún, pese a que ya no está vivo, lo trasluce en sus Obras Completas: Dioses, Semidioses y Astronautas, galardonada con el premio José Mejía Lequerica; y La Escoba de la Bruja. Sus primeros relatos fueron publicados bajo el título Comida para locos . Periodista, escritor y político comprometido con su tiempo. Su obra y su vida son imprescindibles para comprender al Ecuador de la segunda mitad del siglo XX.

Con justicia, Don Nico debe constar entre la generación de los 30, con Pedro Jorge Vera y el grupo de Guayaquil: Joaquín Gallegos Lara, Demetrio Aguilera Malta, Alfredo Pareja Diezcanseco, José de la Cuadra y Enrique Gil Gilbert. Amante de la cultura, el arte y sobre todo el tango, que no faltaba en ninguna de sus citas, melodía que interpretaba a todo pulmón.
Mientras más tomadito estaba más alzaba su voz y surgían también las canciones izquierdistas, pues no negaba abrigar el socialismo soviético. El haber participado en política le daba un horizonte más amplio para entender el movimiento de los partidos y los entremeses que entre ellos existían. Comprometido con su tiempo, su obra y su vida son imprescindibles para comprender al Ecuador de la segunda mitad del siglo XX.

Tres veces diputado, organizador de sindicatos y de un partido político vivió e hizo vivir la política del país con gracia y con burla revestida de humor. Hasta de sí mismo se mofaba. Debido a su edad fue perdiendo la visión, por lo fue operado en uno de sus ojos. “El tuerto Kingman” se decía y no se operó el otro ojo.En 1997 el gobierno nacional reconoció públicamente su vida dedicada al servicio de la cultura y los intereses ciudadanos, otorgándole el Premio Nacional de Cultura “Eugenio Espejo”.

Sentidos discursos se dieron durante su velorio y sepelio.
Javier Vásconez recordó que Nicolás Kingman fue un gran amigo de su padre, “con quien mantuvo largas charlas literarias remojadas de abundantes copas y tangos de fondo (ay, carajo, decía, no hay nada como Madame Bovary), y vaciaba el vaso de whisky.

Alejandro Querejeta Barceló prologó el libro de Don Nico y dio el discurso de despedida a nombre de La Hora. “A manos llenas Nicolás Kingman nos regaló todo su saber y talento, su tiempo y sus sueños, sus frustraciones y sus esperanzas, sus momentos de alegría y de nostalgias, sus utopías y sus encontronazos con la desidia y la hipocresía, la intolerancia y la corrupción”.

Juana López Sarmiento