El arte de insultar

Autor: Manuel Castro M | RS 66


LA PALABRA, MEDIO PARA INSULTAR O INJURIAR

La injuria y el insulto adquieren cierta categoría cuando no se convierten en medios vulgares, bajos y sin mayor contenido, carentes de alguna estética, teniendo en cuenta que los seres humanos los han usado y usarán siempre, hasta con agrado de los oyentes o lectores y humillación de los afectados.

Las dos son palabras sinónimas y algunas fáciles de emplear, como llamar al prójimo o al adversario: tonto, feo, inepto, cojo, ciego, tuerto, viejo, ladrón, bruja, por ejemplo. Palabras ofensivas o denigrantes sin mayor contenido, utilizadas con desparpajo por ciertos políticos, carentes de ingenio y de ideas, limitadas a observaciones físicas evidentes; igual utilizadas por el común para desacreditar a alguien, no siempre con gracia, aunque algunas con cierto añadido alcanzan hasta calidad literaria y diversión como lo atestiguan ciertas palabras o frases de Sancho en El Quijote.

CÓMO LLEGAN A ARTE
El arte es una actividad humana consciente, con una finalidad estética y una forma de comunicación. Es sinónimo de capacidad, habilidad, talento y experiencia. El insulto y la injuria a veces también son resultado de acciones creativas de alta calidad estética, por el fondo y la forma, ya sea por ingeniosas o, en veces, profundas. Es indudable que el insulto procaz y altisonante no llega a convertirse en arte. No soporta su repetición. Sacha Guitry dice al respecto: “Si alguien te insulta en voz alta antes de contestar hazle repetir la frase.” El eco es tan pobre que la ofensa cae en el insultante, pues derrumba su talento, si existe. León Daudí a una ofensa procaz contestó a su ofensor: “La única parte verdaderamente sólida de su inteligencia son sus huesos del cráneo.”

OCULTAR EL ARTIFICIO
Chaplin dice que el arte es “ocultar el artificio”, que lo completa Maurois: “El arte es una evasión no una demostración”, que en el caso del insulto o de la injuria no siempre lo dicho o escrito es una verdad monda y lironda.

La conclusión es que cuando dejan de ser imaginativas desaparece el arte y aparece el olvido absoluto. El humor ayuda a ocultar el artificio, pues es una máscara que esconde el dolor y resentimiento en la vida que todos los seres humanos tenemos, en mayor o menor grado, salvo los santos o los muertos.
Daudí da la fórmula para que el insulto y la injuria sean efectivas y sin consecuencias judiciales:

“La mejor manera de apabullar a otro es injuriarle, con habilidad suficiente para no incurrir en delito y con gracia suficiente para que la velada injuria divierta a los otros.” Sin habilidad le caen al autor los jueces penales por injuriosa calumniosa grave (miembro del crimen organizado) o no grave (correísta). Napoleón ante las injurias contra él contestaba: “Las injurias son las razones de los que no tienen razón” y seguía tan campante con sus conquistas amorosas y territoriales, ante el aplauso, aunque transitorio de las masas, cuando el líder estaba triunfante. Requisito fundamental para que el insulto y la injuria alcancen buen nivel intelectual: “En el arte la economía siempre es belleza”.

Juan Montalvo, reconocido como un gran insultador, erudito y manejador de la lengua castellana como pocos, tiene necesidad de insultar en cientos de páginas, desgraciadamente. Sobran las diatribas, sarcasmos, citas y alardes de erudición, que cansan, que me perdonen, así el personaje insultado se merezca eso y mucho más.

Por cierto exageraba con Ignacio de Veintimilla (“Monstruo que hasta el patíbulo infamara”) y el odio le quitaba ingenio y verdad con García Moreno, aunque después de muerto reconocía sus indiscutidos méritos, negando a medias su autoría de “Mi pluma le mató”, por ser frase sinóptica nada más.



ARTHUR SCHOPENHAUER: MALICIOSA INTELIGENCIA
“El arte de insultar” es una antología realizada por Javier Fernández y José Mardomingo de los insultos, injurias, críticas, censuras, reprobaciones, amonestaciones, que se encuentran en el consumado pensador y escritor alemán Schopenhauer. Afirman que “El conocido mal carácter de Schopenhauer lo llevaba a expresarlas con particular vehemencia, en una formulación certera, chispeante y de inteligencia maliciosa”.

Descalificaba no siempre con justicia todo lo humano y divino, sin el menor optimismo. Del eminente Hegel, su filósofo rival, decía: “Calibán del espíritu” (Calibán, de la obra “La tempestad” de Shakespeare, es un personaje primitivo, brutal y estúpido, proverbial por su maldad e ignorancia.) A los detractores de su admirado filósofo Kant ya fallecido: “Un león muerto al que cocean un asno”.

DESCALIFICA A LOS ASTRÓNOMOS
No le cabía la existencia de los sabios astrónomos: “Son meras cabezas calculadoras, harto limitadas. Ya Platón se burlaba y recordaba “que lo sublime y elevado no es necesariamente lo que está más arriba”. Por supuesto no se refería a los cartománticos o autores de horóscopos, que sí merecen tales observaciones.

RUI DÍAZ DE VIVAR, EL CID, NO SE SALVA
Sobre el Cid Campeador, líder militar castellano del siglo XI, afirma: “Su figura nos la presentan como un caballero valiente y un notable caudillo, pero también como hombre muy cruel, desleal y fácilmente sobornable, sirviendo tan pronto a una parte, tan pronto a la otra, y más menudo a los sarracenos que a los cristianos; como un mercenario, en definitiva”. El Cid Campeador está considerado como uno de los grandes héroes de España, quien encarna el prototipo de caballero con las máximas virtudes, fuerte y leal, justo y valiente, prudente y templado, guerrero y culto. Sin embargo, para Schopenhauer no es más que “un mercenario”. Olvida la época y el tema de recuperar el honor perdido (le culparon sin ser verdad de haberse apropiado de unos impuestos recaudado por él ordenados por el rey, quien lo destierra por ello) que le lleva a grandes hazañas. Hasta ganó una batalla después de muerto: “Los árabes vieron salir del castillo cabalgando de nuevo sobre su caballo Babieca y del miedo que eso les produjo huyeron sin empezar la batalla.” (Wikipedia).

DURO CON LOS ANGLICANOS
“La desfachatez de los curas ingleses alcanza aún hoy en día grados inimaginables, hay que hacer (la Iglesia clerical inglesa) que permanezca confinada en la isla, y si atreve a dejarse ver por el continente, que tenga que hacer como la lechuza cuando llega el día”.

SEXO, MUJER Y DECEPCIÓN
Schopenhauer siente indignación y repulsa por el sexo: “El coito es la paga del diablo y el mundo es su reino (justo después del coito se oye la risa del diablo, pues cumple tan miserablemente poco”). No se detiene: “Llamar el “bello sexo” al bajo de estatura, estrecho de hombros, ancho de caderas y corto de piernas solo se le podía ocurrir al intelecto masculino nublado por el instinto sexual: a ese instinto debe tal sexo toda su belleza”. Desde luego el autor no era un Adonis, ni alto ni robusto, solitario, y siempre fracasó en sus enamoramientos por “culpa” de las mujeres y de tan poco nobles e inefectivos pensamientos. “La verdad en el fondo es triste” decía el Buda.

CRÍTICA AL BUEN DIOS
Después de analizar la creación y condenación eterna, afirma: “Parece, en suma, como si el buen Dios hubiese creado el mundo para lo que se lo llevase el diablo, de modo que habría sido mejor que se hubiese estado quieto.” Sin ser certera la frase es chispeante, pues insulta u ofende a Dios con bastante ingenio.

NI LAS BARBAS SE SALVAN
Algo tan superficial como la barba no se salva de su diatriba: “La barba aumenta y resalta la parte animal del rostro, por eso da un atractivo tan llamativamente brutal: ¡no hay más que observar el perfil de un hombre barbudo mientras come!”. Poca filosofía, mucha peluquería en tan insigne pensador. Y remata: “La mujer por el contrario, puede prescindir de la barba, ya que en su caso la ocultación y el fingimiento son facultades innatas”. Ya se sabe el porqué.

NADIE NI NADA SALEN IMPUNES
Escribe con gran ojo crítico de lo más grotesco y desgraciado del ser humano y, por descontado, con inimitable corrección idiomática. No cesa de mentar a Dios, claro que llamándole cruel, egoísta, irresponsable. Como algunos ateos, de tanto mentarlo, parece un “loco enamorado de Dios”. Analiza la “vacuidad de la existencia”, algo entendible: pues le decepcionan el sexo, las mujeres, las religiones, los compañeros filósofos en su mayoría, costumbres, ideas, personas, grupos sociales, naciones, etc. y en general la existencia del hombre, “con una carga crítica y pesimismo sin igual en la historia del pensamiento y de la literatura” como afirman los antologistas de “El arte de insultar”.

UN FIN PLÁCIDO
Schopenhauer (en 1788) murió el 21 de septiembre de 1860 de una afección pulmonar. El médico que lo visitaba en su casa encontró que había fallecido plácidamente, la noche anterior. Sobreviven más que sus agudas y crueles críticas sus obras fundamentales: “El mundo como voluntad y representación”, “Sobre la voluntad en la naturaleza”, “los dos problemas fundamentales en la ética”, “El arte de tener razón”, “El arte de tratar a las mujeres”, “El arte del buen vivir, “Los dolores del mundo”, etc. Fue quien dijo: “El que no disfruta de la soledad, no amará la libertad”, pensamiento que es la síntesis de su calmada vida externa.