Benjamín Carrión: el visionario de la cultura

Ramiro Ruiz R.

Nació en Loja el 20 de abril de 1897; una de las tradiciones de su familia fue el gusto literario y la participación política. En la ciudad natal hizo sus estudios primarios y secundarios. Estimó mucho a uno de sus hermanos y siempre le consideró como su primer maestro.

“Mi principal maestro fue mi hermano, el hombre más culto que me he topado: Héctor Manuel Carrión, autor de ensayos sobre Poe, Baudelaire. Yo me había leído toda la literatura realista francesa. Comencé con Víctor Hugo, pero mi verdadero Dios fue Lamartine. Esto provenía tal vez de mi madre. Mi madre hablaba francés y las monjas belgas de Cuenca le enseñaron la pasión por Lamartine. La literatura de la época postromántica me enseñó mi hermano, Flaubert, Stendhal, Balzac, Guy de Maupassant, Goncourt. Acerca de la poesía, mi hermano me dijo: “Lo que hacen en Quito es una banal imitación de poetas de asegunda. No hay sino dos poetas modernistas grandes: Baudelaire y Rimbaud.”

El mundo de sus lecturas coincide con el auge humanista que los intelectuales de toda América Latina vivían a través del arielismo de comienzos del siglo XX.

El joven Carrión se entregó completamente al ambiente arielista modernista de su provincia, y desde las aulas de colegio participó en la redacción de una revista literaria. Desde cuarto año de colegio promovió la cultura y el arte. Con jóvenes de su generación organizó la revista Vida nueva y buscó relacionarse con las revistas del Modernismo naciente: El Telégrafo Literario y Renacimiento de Guayaquil y Letras de Quito. 

Vida Nueva, acogió textos dignos de las enseñanzas fundamentales del maestro Rodó. En la celebración del primer año de Vida Nueva, se publicó una nota de su orientación arielista: “Hermoso pensamiento el de la juventud. Bien sabemos que la juventud es luz y que por lo menos debe ser atendida; bien sabemos que formar la juventud, es formar el porvenir; y por lo mismo que constituye el porvenir de un pueblo, debe ser apoyada sin reservas, sin egoísmos”.

A la gran ciudad
El imprescindible viaje a la Universidad cierra esta etapa provinciana de la vida de Carrión. Para 1922 se encuentra su nombre entre los triunfadores de los “juegos florales”.

En la Universidad Central de ese tiempo Carrión pudo tratar a uno de los más grandes profesores que esa universidad ha tenido, al doctor Víctor Manuel Peñaherrera. Influyó mucho en su formación académica y humana Humberto Albornoz que amplió sus horizontes de lectura. “El me prestó Azorín y Baroja y Valle Inclán”. Además de sus escritos poéticos de la etapa universitaria, escribió el cuento “Mariana” anotado en 1919.

De 1917 a 1925 trabajó con firme pasión en el periodismo. Formó parte de la redacción de El Día, donde conoció a Manuel J. Calle.

Se vinculó con el grupo que editaba Caricatura” como Enrique Terán, Alberto Coloma Silva, Nicolás Delgado, el caricaturista Latorre.

Cerca de la Revolución Juliana, el 17 de junio de 1925, Carrión viajó a Europa, le habían nombrado cónsul en el Havre. Navegó cuarenta y tres días, y comenzó una tercera y decisiva etapa en su carrera intelectual. Su inteligencia, su calidad de escritor y sobre todo, su carisma le abrieron las fronteras de la patria, hizo amistad con prestigiosos escritores.

Durante un mes trató a don Miguel de Unamuno. Y en las tertulias que presidía Gabriela Mistral en París, conoció a Paúl Valery y los latinoamericanos José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Alcides Arguedas y Francisco García Calderón. Con Gabriela Mistral mantuvo una sincera amistad que perduró para siempre.

El mundo conoce a Carrión
En 1928 Gabriela Mistral escribió el prólogo de su primer libro de ensayos Los creadores de la nueva América. La calidad y profundidad de análisis los reconoció el filósofo español Miguel de Unamuno. Le preocupó la tendencia a distanciarse entre los países del continente. “Somos unos en América, y estamos, sin embargo, tan lejanos todos. Las fronteras políticas –que no tienen razón- se van haciendo, cada vez hondamente, fronteras visuales y auditivas.

No nos vemos ni nos oímos los unos a los otros. Sin embargo, hay una esperanza y una clara verdad: en cada país, la voz más alta quiere la unidad continental, quiere la marcha unánime de todos nuestros pueblos, de la conquista de su ideal idéntico”.

Este libro fue un contundente espaldarazo. Reseñaba el periódico “Le Monde” de París en agosto de ese mismo año: los críticos en lengua española, Unamuno entre otros, han consagrado el indiscutible éxito de este libro y señalaban a Carrión como un escritor de primer orden en las letras españolas de la hora actual. Las abundantes críticas que el libro mereció delinearon lo que sería la personalidad de Carrión en su futuro.

En la misma promoción cultural, “Les Nouvelles Litteraires” explicaba con certeza que el libro era “Más que una obra de crítica y más que una apología: un testimonio de simpatía ferviente y de inteligencia lúcida”. Eugenio Labarca, de “El Mercurio” de Santiago de Chile comprendía a Carrión que “comienza a pesar la responsabilidad grande del que se sabe en situación lo bastante alta para ser escuchado”.

Viajó a México en 1933 a continuar con su labor literaria, periodística y política. Escribió Atahualpa, obra que relata el final del Incario. Es grandioso como ensayo de interpretación sociológica del incario y esfuerzo de penetración en la vida interior de los conquistadores, por sus aproximaciones a una filosofía de la historia, por la originalidad de ver la gesta conquistadora como el choque de una cultura –casi absolutamente anónima- con sus fuertes individualidades, herederas de la mayor cultura individualizada de la historia.

En 1937 publicó en Chile el libro: Índice de la Poesía Ecuatoriana Contemporánea.

Sus batallas políticas
En la época de lucha contra el régimen de Arroyo del Río, Benjamín Carrión escribió un libro polémico: Cartas al Ecuador (primera serie), y cumplió un encargo de la editorial Losada escribiendo El pensamiento vivo de Montalvo.

Cuando subió al poder Velasco Ibarra, después de la revolución del 28 de mayo de 1944 y del plebiscito, Benjamín Carrión se posesionó de la Presidencia del Instituto Nacional de Previsión, y muy pronto emprendió la tarea más grande de su vida: la de formar la Casa de la Cultura Ecuatoriana. El 9 de agosto de 1944 se firmó la Ley y Estatuto de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Benjamín Carrión fue el Primer presidente de personas de la figura de Jacinto Jijón y Caamaño, Aurelio Espinosa Pólit, Pío Jaramillo Alvarado.

Algunas diferencias mezquinas hicieron de Benjamín Carrión un verdadero desterrado de la gran obra que construyó. Pero al mismo tiempo le inspiró y animó a trabajar en la mayor parte de la inmensa gestión que ha cumplido la Casa de la Cultura.

Una labor editorial inteligente, incansable; promoción de la plástica; invitación a grandes figuras mundiales para romper el aislamiento cultural ecuatoriano; fomento del teatro; creación del Instituto Ecuatoriano de Folklore. Construcción tenaz de la sede y conformación de los núcleos en cada una y todas las provincias del país.  La Casa de la Cultura le dio al escritor una imprenta ansiosa de recibir obras suyas, pero tenía recursos restringidos. No hay obra estructurada y definitiva como las que nos entregó Carrión en sus sueños de presidente de la Casa de la Cultura: El nuevo relato ecuatoriano; crítica y antología (1950-51), San Miguel de Unamuno (1954), Santa Gabriela Mistral (1956), García Moreno, el Santo del Patíbulo (1959).   

El Nuevo Relato Ecuatoriano, aquí analiza toda la producción literaria ecuatoriana hasta 1959. En este libro Carrión se muestra optimista frente a la madurez de América: “Las influencias espirituales de Europa ya no llegarán hasta nosotros como una moda, como un figurín. Ya no seríamos unos campesinos del trópico, unos indios ingenuos –del río Bravo a la Patagonia- metidos a la imitación de los vicios refinados, a cantar cisnes, princesas, trianones o camellos que nunca habíamos visto ni que jamás podrían entrar, sinceramente, dentro de nuestro profundo acervo emocional”. “Hoy, seremos hombres a quienes duele o alegra el hombre. El hombre de todas las latitudes y todos los climas, pero el hombre desnudo de convenciones, sin más riquezas que sus esencias humanas y la compañía de los demás hombres en el convivir social”. “Habíamos vencido –muy parcialmente, desde luego- el coloniaje político, “el yugo español” que no era ya tal yugo porque lo apretaban unos reyezuelos cornudos y unas reinas prostitutas… Pero, por mal ventura, nos habíamos sumido hondamente en una colonialidad cultural dispar, tomando de aquí, de allá, de todas partes. Y en un coloniaje jurídico copiado –sin posibilidad de aplicación- de las constituciones francesa, inglesa, de los Estados Unidos…Instituciones mostrencas, propias de pueblos con mil años de historia y de cultura, nos las apropiábamos por no parecer retrasados y salvajes”. 

Santa Gabriela Mistral1954, Benjamín Carrión pone aquí  de manifiesto su visión continental de la literatura. En América existe un patrimonio común y americano. Resalta las contribuciones de Rómulo Gallegos que inauguró en su Venezuela para nuestra América y el mundo, la gran literatura de predominio de la naturaleza. La actual certidumbre de América es esa: por mucho que haya dado pasos la civilización hacia la rapidez, hacia la muerte, mediante los descubrimientos de la disgregación nuclear, es la lucha por vivir, comer, amar y morir, en esta escena avasalladora con los ríos y los montes más grandes la que determina lo esencial de la posibilidad narrativa y de la poética: en general, de toda obra de ficción y de imaginación.   

Se preguntaba Benjamín en su libro García Moreno, El Santo del Patíbulo: “¿Santo García Moreno? Esta bien – concede Benjamín Carrión con ironía-. San Melgrejo, entonces, San Juan Manuel Rosas, Sal Rafael Leonidas Trujillo Molina.

¿Diferencias? Este, más ladrón; aquel, menos cruel; el de más allá, un poco más vicioso…Pequeñas cuestiones cuantitativas o temperamentales. El fondo, igual; el tirano, el matador de hombres, el flagelador sin leyes, el torturador sádico de enemigos, el perseguidor de clérigos nacionales, para imponer extranjeros”.

Hay aún otras dos páginas resplandecientes en la vida de Benjamín Carrión. La primera es su papel en la constitución de la Comunidad Latinoamericana de Escritores que se reunió en Génova, en 1965.

Carrión Presidió la Comisión Ideológica. Firmada el acta constitucional de la CLE en Génova, se comisionó a Carlos Pellicer, Orfilia Reynal y Benjamín Carrión que preparen la estructuración definitiva de esa entidad que quería agrupar a los escritores del nuevo mundo.

En todos los Congresos de la Comunidad había tenido una actuación destacada

PROMOTOR CONTINENTAL

La otra página cuenta entre las más gloriosas que ningún ecuatoriano haya tenido la oportunidad de vivir. Para conmemorar el I Centenario d la República de México un premio que debía otorgarse a tres ilustres latinoamericanos, el “Benito Juárez”. Instituciones de toda Latinoamérica presentaron las más selectas candidaturas: hombres del relieve como de los escritores José Luis Borges, Miguel Ángel Asturias, José María Arguedas, y Rómulo Gallegos. El “Benito Juárez” se concedió a Luis Federico Leloir, de Argentina; a Oscar Niemeyer de Brasil y a Benjamín Carrión de Ecuador. México reconocía la extraordinaria obra de promotor de la cultura, generoso suscitador de vocaciones a la cultura y el arte, de amable y generoso humanista, cumplida por Benjamín Carrión.

Carrión todavía nos ha dado otros trabajos. En 1963, una segunda novela ¿Por qué Jesús no vuelve? La obra deja al descubierto toda al rudeza y corrupción de diversos grupos sociales a través de la visión del protagonista. Pero al mismo tiempo brota ternura y nostalgia por la infancia perdida y la inocencia que se quedó confundida entre las piedrecillas de un riachuelo.

Así piensa Benjamín Carrión de esta novela: “Ni Rimbaud, el serafín diabólico, ni Stendhal el superrealista, ni Sola el libre pensador humanitario, me alejaron de Cristo. Más bien me acercaron a él y me hicieron comprender que los cristianos negreros, explotadores…los inventores de aparatos mortíferos para matar mejor…todos ellos están lejos de Jesús. Y que es por ellos Por qué Jesús no vuelve”.

La obra de Benjamín Carrión ha sido elogiada mundialmente, gran parte de ella ha sido conocida, sin embargo, esta novela ha quedado injustamente rezagada en el olvido. Es una novela escrita con pasión. Enfoca a algunos sectores de nuestra vida social.

No es un libro amargo o áspero, analiza la buena y la mala vida. Es una sucesión de escenas y personajes diseñados desde los más puros y limpios hasta los más tenebrosos y repelentes. Utiliza un lenguaje diáfano, la novela conduce al lector por una vida haciéndole testigo y cómplice de las emociones y vivencias del protagonista. Escrita en tiempo pasado con diálogos sencillos y profundos.

En 1967 inauguró la serie de ensayos de los trípticos de teatro, ensayo, novela de la Casa de la Cultura con su libro El cuento de la Patria, amena y sencilla visión de nuestra historia.

En 1970 recoger algunas ponencias a congresos y algunos artículos en el volumen Raíz y Camino de nuestra cultura.

Han quedado ideas fecundas para la cultura ecuatoriana tanto en su obra publicada, como su formidable testimonio en el trabajo, lo mismo en los Congresos de la Comunidad, que en las interminables charlas de familiar sabiduría, poderosa erudición, ilimitada elocuencia, o sencillamente en su conversación de hombres y de cosas.

La idea madre entre todas ellas, es su Teoría de la patria pequeña: “El Ecuador, no podrá competir con las grandes potencias en el aspecto material, pero podrá hacerlo en las faenas del espíritu”.

En su libro América dada al Diablo que se publicó después de su muerte, se encuentra la culminación de sus escritos anteriores sobre el principal enemigo de América.

La rapacidad, la explotación, la corrupción, la mentira caracterizan las relaciones entre los países latinoamericanos y los Estados Unidos, Sin embargo, puede haber una amistad entre el norte anglosajón y el sur de América. “En sus últimos momentos coloniales, la intromisión imperialista, al parecer benéfica y libertaria, tiene una inicial de farsa y engaño, como ha sido toda la política yanqui posterior sobre América Latina”.

Benjamín Carrión está considerado como uno de los más grandes de la literatura ecuatoriana y aún más, símbolo de la cultura nacional y suscitador de grandes proyectos nacionales. Murió en Quito el 8 de marzo de 1979. Hernán Rodríguez Castelo opina así de Benjamín Carrión: Hay un terreno especial del ensayista donde entronca con la más penetrante y decisivo del ensayo americano, puesto a iluminar nuestras raíces indias, rehacer nuestros caminos mestizos y adivinar el destino cósmico de esta América indio-mestiza.

Es tan alta cuanto indispensable empresa, Benjamín Carrión es la voz ecuatoriana, junto a la mexicana de Vasconcelos y Reyes, la argentina de palacios y Martínez Estrada, la colombiana de Germán Arciniegas, la peruana de Mariátegui, la dominicana de Enríquez Ureña, la venezolana de Picón Salas, la uruguaya de Zum Felde, la brasileña de Freyre.

Jorge Enrique Adoum escribió de su amigo y maestro: “El hizo más grande nuestra patria/ la llevaba orgulloso como una flor en el ojal a donde iba/ y de donde iba volvía dejando amigos que le querían por contagia”.

“Gracias le dará el indio de su alma por haberle reconocido habilidad …; gracias le dará el tejedor de tapices y de alfombras…, gracias le dará el tallador de piedra o de madera por reconocerles esa “sabiduría excepcional” con que el indio superó el mundo sofisticado de la máquina al encontrar el colorido alegre de su indumentaria…Y todo ¿por qué?… Sencillamente, porque creyó en “la grandeza de la nación pequeña”, hecha de todas las razas, pero con un amor común, sin fronteras, donde prima la presencia de lo nacional a través de… La Casa de la Cultura, nacida para ennoblecer y rectificar los itinerarios de la patria.

Ramiro Ruiz R. | [email protected]