Apuntes de historia patria: Sucesiones de Gobierno irregulares

Dr. Pedro Velasco Espinosa | RS 75


Entre los crímenes de la “década robada” está el muy grave de haber eliminado la Historia Patria y la Cívica como materias de obligado estudio en las ahora llamadas “mallas curriculares” de escuelas y colegios, además de la Ética y la Lógica. Como es casi general el desconocimiento de los avatares de nuestra vida republicana, llama la atención y causa sobresaltos las “elecciones anticipadas” en pleno y escabroso desarrollo.

(( Escuchar el artículo ))

La causa de las presentes elecciones presidenciales y parlamentarias, sí que es inédita, pues fue impuesta por el capricho de quien trajo de España, como asesores de la Asamblea Constituyente del 2008, a unos bien pagados miembros del grupo Podemos quienes copiaron, absurdamente, un sistema propio de los regímenes parlamentarios: la llamada “muerte cruzada”.

Si se revisa la Historia Patria, sólo desde hace 100 años, se podrá constar las sucesiones de gobiernos que se cumplieron irregularmente, o sea que rompieron la armónica secuencia de elecciones presidenciales dispuestas constitucionalmente. Voy a precisarlas, una por una, dentro del marco histórico propio de cada una. Si cometo un error: “mea culpa”. Lo haré en cuatro capítulos.

RUPTURA DE LA NORMALIDAD CONSTITUCIONAL.
La Revolución Juliana de 1925 rompió la normalidad constitucional de los sucesivos gobiernos desde 1912. El General Leonidas Plaza Gutiérrez gobernó, por segunda ocasión, desde el 1º de septiembre de 1912 hasta el 31 de agosto de 1916; le sucede el patricio guayaquileño Dr. Alfredo Baquerizo Moreno, cuyo mandato decurre del 1º de septiembre de 1916 hasta el 31 de agosto de 1920; el siguiente en ocupar el Sillón Presidencial fue el también guayaquileño Dr. José Luis Tamayo Terán, desde el 1º de septiembre de 1920 hasta el 31 de agosto de 1924.

Doce años, tres gobiernos constitucionales consecutivos, récord nacional sólo superado por los 4 gobiernos que se sucedieron desde 1979 hasta 1996: Jaime Roldós Aguilera y Osvaldo Hurtado Larrea (1979-1984), León Febres-Cordero Ribadeneira (1984-1988), Rodrigo Borja Cevallos (1988-1992 y Sixto Durán-Ballén Cordovez (1992-1996), todos ajustados al período constitucional de duración.

El 1º de septiembre de 1924 asume la Presidencia el Dr. Gonzalo S. Córdova Rivera, mandato que tuvo graves tropiezos y quebrantos, entre ellos los que aquejaron la salud del propio Jefe de Estado, al punto que el Presidente del Senado, Dr. Alberto Guerrero Martínez ejerció como Encargado del Poder del 23 de octubre al 26 de noviembre de 1924 y del 26 de febrero al 06 de junio de 1925, es decir poco menos de la mitad del tiempo que permaneció en el mando el Dr. Córdova: 1º de septiembre de 1924 al 9 de julio de 1925.

Fuera de haber propiciado la expedición de las llamadas “Leyes Julianas” que sirvieron de piedra ciliar para el Código del Trabajo promulgado en la dictadura del General Enríquez Gallo, la Revolución del 9 de julio no tuvo más mérito que haber entregado el Poder al Dr. Isidro Ayora Cueva, prestigioso médico lojano a quien se debe, por feliz sugerencia de Luis Napoleón Dillon, la venida de la célebre Misión Kemmerer, que propició la creación de la Contraloría General del Estado, de la Superintendencia de Bancos, del Banco Central del Ecuador.

El Dr. Ayora gobierna como Presidente Provisional, Interno y Constitucional, sucesivamente, desde el 1º de abril de 1926 hasta el 24 de agosto de 1931.

El Dr. Ayora debió gobernar por el período 1928-1932, restableciendo la sucesión en el mando cada cuatro años. Empero, un militar de alto rango y pequeña estatura intelectual -de los que no han faltado para convulsionar la Nación- “tumbó” a Ayora y con su dictadura pasajera como inocua, trastornó la normal sucesión en la Presidencia de la República.

Defenestrado el usurpador Larrea Alba, se encargan del Poder, por el tiempo que restaba al período de Ayora, el Dr. Alfredo Baquerizo Moreno, Carlos Freile Larrea y Alberto Guerrero Martínez, quien convoca a elecciones presidenciales para el período 1932-1936.

Aquí surge una fuerza popular que gran trascendencia, la “Compactación Obrera”, que proclama como candidato a Don Neptalí Bonifaz Ascásubi, el mismo que gana la Presidencia con el 47% del favor del electorado. Sin embargo, en resolución controvertida históricamente, el Congreso no califica a Don Neptalí, aludiéndose como única razón valedera su nacionalidad peruana por adopción. Él mismo confesó, años más tarde que “en su despreocupada juventud” adujo ser peruano para no cumplir el servicio militar. La trágica consecuencia de esta decisión parlamentaria fue la “Guerra de los 4 días”, lucha fratricida, “derroche de metralla, heroísmo, traiciones y que cobraron alrededor de dos mil víctimas” ( )

Descalificado Don Neptalí, en la nueva elección presidencial triunfó Juan de Dios Martínez Mera, personaje sin popularidad alguna, sin embargo, de lo cual obtiene sospechosamente el 71% de los sufragios.

La Cámara de Diputados y el Congreso Pleno, que van a conocer, debatir y resolver sobre esta fraudulenta elección, servirán de pedestal al Dr. José María Velasco Ibarra para iniciar su rutilante vida política y así entrar en la Memoria de la Nación.

Resumiendo: los dos períodos presidenciales de cuatro años, 1924-1928 y 1928-1932, que debieron ser ejercidos por dos presidentes, resultaron desempeñados así: por un a) por un Heptavirato, del 10 de julio de 1925 al 9 de enero de 1926; b) por un Hexavirato, del 10 de enero al 31 de marzo de 1926; c) por el Dr. Ayora desde dicha fecha hasta el 24 de agosto de 1926; d) por el dictador Larrea Alba del 25 de agosto al 14 de octubre de 1931 y, e) por los tres encargados del Poder Baquerizo Moreno, Freile Larrea y Guerrero Martínez del 15 de octubre de 1931 al 4 de diciembre de 1932.

Cuatro elecciones presidenciales en lugar de dos. 18 personajes en vez de 2.

INESTABILIDAD PERMANENTE.
El decurso de la sucesión presidencial y de las correspondientes elecciones, desde 1932 hasta 1948, que debieron comprender 4 períodos, a saber 1932-1936, 1936-1940, 1940-1944 y 1944-1948, fueron igual de alterados y complejos.

Juan de Dios Martínez Mera fue electo para el período 1932-1936. Empero, su elección tuvo un gravísimo vicio de origen, pues, para ella, se fraguó un escandaloso fraude electoral. Es importante reproducir lo que escribe al respecto del mayor protagonista de la descalificación, el entonces diputado por Pichincha Velasco Ibarra:

“El señor Martínez Mera es un hombre honorable e inteligente, fue un ordinario Ministro de Hacienda. Pero ningún vínculo ha tenido jamás con el pueblo ecuatoriano. Nunca gozó de simpatías populares ni jamás despertó un entusiasmo en alguna región del País, que pudiera elevarlo a la Presidencia. Sin embargo, fue elegido Presidente. En regiones enteras de indiferentes y de analfabetos aparecían 10, 15.000 votos en favor del señor Martínez Mera.

Cuando el Congreso de 1932 le posesionó del Mando, tuve a mucha honra pronunciar un discurso en el que protesté en nombre de la conciencia del país infamemente ultrajada. Posesionado el señor Martínez Mera, se presentó al pueblo en la azotea del Palacio Presidencial de Quito, y el pueblo le recibió con los silbidos más estentóreos. El señor Martínez Mera estaba caído. Su gobierno era moralmente imposible. No tenía base de simpatía popular, ni siquiera de tolerancia popular”. ()

El 17 de octubre de 1933, se aprobó la siguiente resolución por unanimidad: “El Senado del Ecuador (…) priva legalmente del cargo de Presidente de la República al señor Juan de Dios Martínez Mera y, en consecuencia, declara vacante el indicado cargo”.

Son muy sentidas y ciertas estas palabras de Don Juan de Dios al dejar el Poder: “Me queda la satisfacción de que ni una lágrima se ha vertido por mi culpa, ni una gota de sangre ha salpicado mi ejercicio presidencial”.

Le correspondió al Encargado del Poder Dr. Abelardo Montalvo Alvear dirigir un nuevo proceso electoral para elegir Presidente de la República para el período 1934-1938. Terciaron tres candidatos: Dr. Velasco Ibarra, como independiente con el respaldo por “Los Compactados) y del Partido Conservador, el Capitán Colón Eloy Alfaro (hijo del Caudillo liberal), candidato por el Partido Liberal, Dr. Carlos Zambrano Orejuela, por el Socialismo y Ricardo Paredes por el Comunismo.

El candidato Velasco Ibarra, por primera vez en la historia realizó una “campaña electoral”, visitando las principales capitales de la Costa y de la Sierra, en las que fue aclamado como lo relatan crónicas de la época. Su triunfo fue aplastante: 51.248 votos equivalentes al 81% del electorado, frente a los 11.028, 943 y 696 votos de los candidatos Dr. Zambrano, Colón Eloy y Paredes, respectivamente.

El primer gobierno del Dr. Velasco Ibarra fue fugaz, pues apenas duró del 1º de septiembre de 1934 al 20 de agosto de 1935. Varios factores y circunstancias pesaron para que el joven mandatario no cumpliera su período completo. La primera y fundamental: su presencia en la escena política rompió los planes del Dr. Arroyo del Río para manejar la política a la antigua, es decir la política de trastienda, desde el Ministerio de Gobierno o desde los cenáculos de un partido político. Con Velasco Ibarra, las masas populares habían irrumpido en la escena y querían ser dueñas de sus destinos mediante el libérrimo ejercicio del único mecanismo para ello: el voto.

Había, pues, que deshacerse de este colosal escollo y nada mejor para ello que las maniobras solapadas en el seno del Congreso y volver a “golpear las puertas de los cuarteles”.

Lo cuenta el mismísimo Dr. Velasco en su libro Conciencia y Barbarie: “El Gobierno de 1934 cayó, porque se lo combatió sin cesar. (…) El Gobierno de 1934 cayó, porque en masa se levantaron los politicastros para ponerle todo género de obstáculos y dificultades. Desde el Poder Judicial, hasta hipócritas empleados de la burocracia gubernativa crean toda clase de estorbos. (…) No se le ayudó al Gobierno a robustecer la moral, y sin moral, sin conciencia moral, tiene que derrumbarse el Presidente que pretende con energía establecerla. Incomprensión, apatía, pesadez, maldad, conspiraron contra el Gobierno, al cual las multitudes casi unánimemente constituyeron, con el incomparable esfuerzo político desplegado de 1933 a 1934”.

Los ímpetus del propio Mandatario coadyuvaron con los planes desestabilizadores. Él mismo lo confesó y fue lapidario respecto de su primera “caída”: “Me precipité sobre las bayonetas”.

LA PRIMERA CAÍDA
Derrocado el Dr. Velasco Ibarra, asumió el Poder su Ministro de Gobierno Dr. Antonio Pons Campuzano, conforme lo preveía la Constitución de 1929, quien estuvo en el Palacio Nacional desde el 21 de agosto hasta el 25 de septiembre de 1935. No sería ésta la única vez que un ministro sea desleal con el mandatario que lo nombró.

Pons convocó a elecciones para completar el período presidencial truncado. Se presentaron como candidatos el Dr. Arroyo del Río por el liberalismo, el Dr. José Vicente Trujillo Gutiérrez por los partidarios del ex presidente Velasco Ibarra, y el Dr. Alejandro Ponce Borja, “gloria del Foro y de la Diplomacia” como bien lo califica el Historiador Eduardo Muñoz Borrero en su obra En el Palacio de Carondelet, por el conservadurismo. Empero, el Encargado devolvió a los militares el Poder, en cuyo ejercicio gentilmente consintieron un mes atrás.

Las Fuerzas Armadas, que tuvieron una sinuosa actuación en la “caída” del Dr. Velasco Ibarra, ya que a cierta hora del día 20 de agosto lo apoyaban, para más tarde volverle las espaldas, a mejor las espadas, resolvieron dejar de respaldar al Dr. Pons e instaurar una nueva dictadura, esta vez presidida por el Ing. Federico Páez Chiriboga, conocido personaje de la sociedad quiteña, de excelente gracejo, pero nada capacitado para gobernar. “La mejor obra del ingeniero Páez es haber construido un gabinete con siete adobes” fue irónica calificación de la “sal quiteña” respecto del nuevo régimen.

No es tema de estos apuntes narrar las respectivas administraciones, pero no es dable dejar de señalar tres hechos que marcaron el período del Ing. Páez: la “Guerra de las 4 Horas” del 28 de noviembre de 1936, enfrentamiento entre regimientos afectos y desafectos al Dictador, la creación del Instituto Nacional de Previsión y expedición de la primera Ley del Seguro Social Obligatorio, el 8 de octubre de 1935 y la firma del Modus Vivendi con la Santa Sede, el 24 de julio de 1937.

El historiador Dr. César Alarcón Costta, trae en su libro Capítulos de la Historia Nacional un dato que me toca personalmente: narrando las “Cuatro Horas” señala que “Entre los presos estuvieron Manuel Benjamín Carrión, Pedro Velasco Ibarra (…)”. Naturalmente que mi Papá estuvo entre los opuestos al Ing. Páez, cuyo gobierno dejó de llamarse “dictablanda” para convertirse en “dictadura”, como apunta con ironía el Dr. Alarcón.

El Ing. Páez tuvo una gestión que lo reivindica: convocó a elecciones para Asamblea Nacional Constituyente, la cual llegó a reunirse el 10 de agosto de 1937, pese a “que no tuvo acogida ni representatividad”, como señala el autor citado. La Asamblea, conforme fue práctica de las anteriores, designó al hasta entonces Jefe Supremo como Presidente Interino, en tanto se dicte la nueva Carta Política.

A los militares no gustó para nada la reunión de la Asamblea, al punto que habiendo el Ing. Páez depuesto su interinazgo ante ella, “entre gallos y medias noches” del 23 de octubre quitaron a Páez el ejercicio del Poder que le habían confiado dos años antes y clausuraron la Asamblea. Las Fuerzas Armadas designaron en su reemplazo y como Jefe Supremo al General Alberto Enríquez Gallo, quien manifestara en dicha circunstancia: “Por cuanto el Ing. Páez ha presentado su renuncia a la Asamblea que no representa la voluntad nacional, asumo el Mando Supremo del país, hasta convocar a elecciones para que una genuina Asamblea sea elegida con intervención de todos los Partidos”.

La destitución de Páez por parte de Enríquez dio lugar a uno de los graciosos dichos del Ingeniero, que tiene como antecedente que Don Federico había sido padrino de bautizo del General latacungueño: “de guagua me meó y de viejo me cagó”.

El General Enríquez restableció “sin querer queriendo” el orden democrático ya que convocó a una nueva Asamblea Constituyente, la cual debía representar, por partes iguales, a las tres fuerzas políticas imperantes: conservadora, liberal y socialista. Reunida la Asamblea el 10 de agosto de 1938 procedió de inmediato a designar como Presidente
Constitucional Interino al destacado hombre público azuayo Dr. Manuel María Borrero González, quien ocupa el Solio desde tal fecha hasta el 1º de diciembre, fecha en la cual renuncia al interinazgo ante la convención constituyente. Otra vez “entre gallos y medias noches”, ésta designa Presidente Constitucional al Dr. Aurelio Mosquera Narváez, luego de haber aprobado una Constitución que nunca llega a promulgarse y, por ende, no tuvo vigencia alguna.

Es más, el Dr. Mosquera disuelve la Asamblea, que le había nombrado, el 14 de diciembre. Su Ministro de Defensa Don Galo Plaza Lasso ejecutó la orden presidencial de clausura y dispuso que la mayoría de los asambleístas fueran detenidos y conducidos presos; se escenificaba el dicho: “del Palacio a la cocina”.

Así pues: los 4 años que debió gobernar el Dr. Velasco Ibarra fueron ejercidos por cuatro compatriotas más. Pero, el País retomó el Régimen de Derecho con la elección del Dr. Borrero González primero, y luego de Mosquera Narváez, a los escasos cuatro meses, merced a elecciones anticipadas.



LA MUERTE DE MOSQUERA NARVÀEZ
El ex Rector de la Universidad Central del Ecuador fue electo para el período 1938-1942, lapso que nuevamente quedará truncado, esta vez por culpa del destino antes que de las intrigas y las deslealtades: la muerte del Presidente el 17 de noviembre de 1939.

A la muerte del Dr. Mosquera, la Constitución de 1929 con vigencia a la fecha, contemplaba que, en caso de quedar vacante la magistratura, se debía convocar a elecciones presidenciales para un nuevo período, es decir para el cuadrienio 1940-1944.

Así lo hizo el Dr. Carlos Alberto Arroyo del Río quien, en su calidad de Presidente del Senado ejercía como Encargado del Poder, con fecha 23 de noviembre. Los candidatos fueron: Jacinto Jijón y Caamaño, por el conservadorismo, Dr. Velasco Ibarra por los “sectores populares” y el Dr. Arroyo del Río por el liberalismo. Una vez candidato, el Dr. Arroyo renuncia como Encargado del Poder y asume dicha calidad el Dr. Andrés F. Córdova Nieto, en su condición de último Presidente de la Cámara de Diputados. Esta sucesión, prevista en la Carta de 1929 tuvo lugar el 11 de diciembre.

En las elecciones, el Dr. Arroyo, quien jamás antes había ganado una elección popular, obtuvo 51.000 votos, en tanto que el Dr. Velasco Ibarra y Don Jacinto alcanzaron 22.000 y 16.000 votos, respectivamente. En el ambiente nacional flotó la idea de que la “candidatura oficial” del Dr. Arroyo había triunfado en las elecciones merced a un bien diseñado y ejecutado fraude electoral. Entró al anecdotario electoral el famoso telegrama del Gobernador de Manabí al Ministro de Gobierno: “¿Cuántos votos faltan para enviarlos?”

Instalado el Congreso Nacional, el 10 de agosto de 1940, nombró como Presidente del Senado al Dr. Julio Enrique Moreno Peñaherrera quien, en calidad de tal y ante la renuncia como Encargado del Dr. Andrés F. Córdova, asumió como nuevo Encargado del Poder hasta el 1º de septiembre, fecha en la cual asumió la Presidencia de la República el Dr. Arroyo del Río.

Volvía a encausarse así la sucesión constitucional de la Presidencia, cargo que según el propio Dr. Arroyo ocuparía “ni un día más, ni un día menos” hasta el 31 de agosto de 1944. Empero, la voluntad popular burlada en las elecciones del 40 no admitió tregua en el combate al régimen. Así, el 28 de mayo de 1942, después de una conferencia en repudio de la firma del írrito Protocolo de Río de Janeiro, dictada por el Capitán Leonidas Plaza Lasso en la Universidad Central, los concurrentes a la misma y otros complotados intentaron tomarse el Palacio de Gobierno, aunque fracasaron en el intento. Entre ellos estuvieron, a más del Cap. Plaza, su hermano Galo, Pedro Velasco Ibarra y Luis Felipe Borja del Alcázar, éste padre del Dr. Rodrigo Borja Cevallos. Curiosa coincidencia. Leonidas Plaza Lasso y mi señor padre guardaron prisión en el Penal García Moreno por largos meses.

LA “GLORIOSA”
La Revolución del 28 de mayo de 1944, con todo derecho llamada “La Gloriosa”, puso término al gobierno del “Presidente de las facultades omnímodas”, mote éste que se explica por cuanto Arroyo recibió del Congreso las “facultades extraordinarias”, previstas en la Constitución, a raíz del conflicto con el Perú en 1940, y se le “olvidó” devolverlas hasta su derrocamiento.

Una vez más se interrumpía la sucesión presidencial cada cuatro años.

El Dr. Velasco Ibarra, pese a haber recibido los plenos poderes de manos de Alianza Democrática Ecuatoriana, la tarde del 31 de mayo de 1944, se apresuró a convocar a la reunión de la Asamblea Nacional Constituyente para el 10 de agosto siguiente. Esta magna reunión nombró al Dr. Velasco Ibarra, “por aclamación” –caso único en la Historia Patria- como Presidente Constitucional para el período 1944-1948. El 30 de marzo de 1946 dejó sin efecto la Carta de 1945 y convocó a nueva Asamblea que se reunió el 10 de agosto de 1946, la cual ratificó al Dr. Velasco Ibarra como Presidente Constitucional hasta el 31 de agosto de 1948.

El cuartelazo del 23 de agosto de 1947 derrocó al Presidente Velasco, situación ante la cual el Vicepresidente Dr. Mariano Suárez Veintimilla asumió como Encargado de la Presidencia. Vencido el usurpador en la confrontación conocida como el “Combate del Socavón”, el Dr. Suárez asumió la Primera Magistratura una vez que el Consejo de Estado dictaminó que el Dr. Velasco Ibarra había abandonado el Poder; claro que no se aclaró que tal “abandono” no fue porque Velasco Ibarra volvió a “precipitarse sobre las bayonetas” sino que éstas fueron las que esta vez se lanzaron contra él.

Así pues, “el Manchenazo” no provocó la interrupción de la sucesión presidencial constitucional. Don Mariano, en gesto de alta cultura cívica y acendrado patriotismo, accedió a que el Congreso designe a quien debía terminar el período que le correspondía al depuesto Dr. Velasco Ibarra. El ilustre guayaquileño Carlos Julio Arosemena Tola fue el ungido hasta el 31 de agosto de 1948.

Las elecciones presidenciales se cumplieron rigurosamente hasta el derrocamiento del hijo y tocayo del ungido en 1947, el Dr. Arosemena Monroy. Luego de la dictadura de la Junta Militar de Gobierno, del interinazgo de Don Clemente Yerovi, y de la Presidencia Interina del primo de Carlos Julio, el Dr. Otto Arosemena Gómez, las elecciones presidenciales se cumplieron rigurosamente, salvo las dictaduras de 1972 a 1979, hasta presente fecha, si bien hubo algunos zurcidos y remiendos constitucionalmente justificados, como el caso de una destitución “por incapacidad mental para gobernar” y las sucesiones vicepresidenciales de los doctores Noboa y Palacios.
Por más que luzca azarosa nuestra Historia como Estado soberano, por más que las vicisitudes hayan sido muchas y dolorosas, los gobiernos constitucionales copan el 80% de los 193 años que corren desde 1830 hasta la fecha. Hemos tenido 58 gobiernos constitucionales, ejercidos por 48 presidentes electos de acuerdo con las sucesivas 19 Constituciones.