Aeropuerto de Quito: Un salto al futuro

Autor: Revista Semanal | RS 56

Quienes vivimos en Quito o han pasado por esta bella ciudad las últimas décadas recordaran con nosotros que eran recurrentes las noticias sobre las innumerables tragedias que nos dejó el antiguo aeropuerto, ubicado no solo ya dentro de la ciudad, sino que era un riesgo permanente para los usuarios y para los moradores no solamente de los barrios cercanos, sino otros en las zonas de descenso en las que “rozaban” sus terrazas las aeronaves.

Pasar de hacinados galpones a un verdadero terminal parece ya cosa normal pero no se han tratado los beneficios de esta obra, la expansión de la ciudad hacia otros valles y la llegada de una modernidad que nos parece normal y sencilla en un país que desafortunadamente está lleno de amarguras y cuestionadores de cualquier obra que se haga. Es por esto que en honor a los que vencieron el miedo hoy queremos llevar unos pocos recuerdos y también una mala experiencias.

LOS VETUSTOS AREOPUERTOS
A pretexto de una Conferencia Panamericana, en el Gobierno de Camilo Ponce se procedió a construir dos terminales, absolutamente iguales una en Quito y otra en Guayaquil. Esta similitud no fue producto de ahorro alguno sino del temor que el enfermizo mal social de entonces, el regionalismo, acuse al mandatario de beneficiar a la capital. Supuestamente éramos dos países con similares derechos. Visionarios entendieron que pese a las supuestas observaciones técnicas era indispensable pensar en una terminal moderna para lo cual era indispensable asegurar la infraestructura para su construcción y fue el Presidente Hurtado quién decretó la necesidad de la obrar y declaró de utilidad pública los terrenos necesarios para los dos nuevos aeropuertos.

Largos procesos judiciales y pese a los limitados presupuestos de esas épocas, se procedió a la expropiación y luego no faltaron intereses que pretendía revertirlos o cuestionar su ubicación, hacer una urbanización para los miembros de la FAE y de la Aviación Civil, titular de la propiedad y también no faltaron supuestos patriotas que querían esas tierras para fines de crecimiento urbanístico que se veía ya como un gran negocio para los especuladores.

Ampliaciones, órbitas y ajustes permitieron el funcionamiento de los viejos aeropuertos hasta que el Gobierno del Presidente Gustavo Noboa Bejarano, con valentía, traslado la competencia a los municipios. Guayaquil procedió a entregar una concesión que ha funcionado razonablemente bien y Quito tuvo la valentía de enfrentar la modernidad con lo que parecía un sueño, una moderna terminal. Hoy entregamos una síntesis de los resultados obtenidos y sus usos pese a que afrontó una gravísima paralización por la pandemia, pero sus finanzas han permitido superarla y reiniciar un crecimiento y cifras muy importantes.

Lo malo no hay como esconder y como los malos políticos y los aspirantes a estrellatos y por no quedarse fuera del negocio, arremetieron una dura campaña en contra del proyecto y para constancia histórica hemos solicitado al verdadero motor de la obra, el General Paco Moncayo Gallegos, que nos colabore con un relato pormenorizado de los hechos.

Quien, cuereado en duras batallas, que lo convirtieron en héroe nacional, afrontó el reto, pero hay que reconocer con franqueza que la ciudadanía quiteña, nunca ha sido grata con quienes la han servido y le propició a Moncayo más de dos reveses electorales pese a la eficiencia de sus obras y del empuje que tuvo la capital.

Igual que con otros grandes alcaldes de extraordinario desempeño, Quito jamás fue grato con ellos en las urnas luego de sus mandatos, recordamos como víctimas de esa triste característica de ingratitud, a Andrade Marín, Chiriboga Villagómez, Julio Moreno Espinosa ,Sixto Durán, Jaime de Castillo, Álvaro Pérez, Jamil Mahuad. Paco Moncayo,tampoco logró romper la mala racha.