Una reflexión dominical

Este espacio lo utilizaré para contar una corta, pero muy enriquecedora conversación que mantuve el pasado domingo, una semana antes de las elecciones que tienen lugar el 11 de abril.

Estaba finalizando mi rutina semanal de ejercicio y, al devolver la bicicleta que había alquilado a un muy amable señor, me percaté de que era de origen venezolano. Se me sobrevino la idea de preguntarle sobre a quién votaría de tener la posibilidad en las elecciones de Ecuador. Dado su origen, y su, posiblemente, muy mala experiencia con un gobierno de izquierda, presupuse una respuesta obvia. Así se lo manifesté – Usted votaría por Lasso, ¿verdad? – a lo cual, con negativa mirada, me respondió – No, por ninguno. Los dos son muy radicales.

Su respuesta me pareció, más que nada, intrigante. ¿Radicales? ¿En qué sentido? Ningún partido, ni candidato, es de extrema izquierda o de extrema derecha. Ante mi expresión dubitativa, el señor del puesto de bicicletas prosiguió con una explicación a lo dicho anteriormente – Ambos candidatos solo siembran el odio en las personas. Los dos bandos tienen buenas ideas. Lo ideal sería alguien de centro, con un poco de esto, un poco de aquello; pero no, los que están se cierran a las ideas de su contrincante y lo único que causan es que las personas se odien más los unos a los otros.

A mi mente solo se vino la comparación con Venezuela, por lo que decidí realizarle una última pregunta sobre si nos acercábamos a la situación de su país. Con un ligero tono melancólico me respondió – Es que eso fue lo que pasó. El odio acabó con mi país. – y supuse que con ello respondió de forma más que clara a mi pregunta. Sí, nos encontramos en la senda correcta para replicar la situación del país de tan lúcida persona.

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