Pan y circo

El tumulto generalizado que se vivió en los festejos de carnaval en Salinas —cuyas escandalosas escenas han pululado por las redes sociales— conmocionó a amplios sectores de la ciudadanía. El grado de furor, los inusuales sitios que sirvieron de escenario y la inmensa cantidad de participantes despertaron, con vigor renovado, las usuales denuncias de retroceso cultural y decadencia de las costumbres. Pero no basta con escandalizarse; se necesitan alternativas.

Toda sociedad requiere espacios, celebraciones e instituciones para, esporádicamente, entregarse al esparcimiento exaltado y dejar a un lado las inhibiciones. En el caso de Ecuador, una serie de factores —la pandemia, las gestiones deficientes de autoridades locales, el fervor ideológico, la transformación socioeconómica del país— llevaron a la desaparición o a la profunda transformación de estos espacios tradicionales, sin que surgiera nada nuevo en su lugar. Eventos deportivos de participación masiva, expresiones de arte popular, fiestas patronales, conciertos barriales, incluso las corridas de todos y las peleas de gallos; todo ello era parte del desfogue que exige la vida en sociedad.

Hay que resistirse a caer en el cómodo moralismo catastrófico. Siempre han existido episodios de extremo relajamiento de las costumbres —aunque sin la tecnología de comunicación para documentar y divulgar, que hacen que parezcan tan generalizados— y cada generación suele juzgar como decadentes a las que la suceden. Sin embargo, la sociedad necesita volver a pensar en generar espacios ordenados y mesurados —dentro de lo posible— para atender esta importante faceta.