Ecuador y el miedo a la tecnología

La resistencia al cambio es natural, más aún cuando este viene impulsado por tecnologías que poco se conocen y mucho se temen.

En Quito, cientos de personas que se ganan la vida cuidando automóviles y cobrando espacios de estacionamiento, se oponen a la implementación de un sistema más eficiente y efectivo. ¿El motivo? Miedo a perder su trabajo. La resistencia al Sistema CERT en la Zona Azul de la capital es una oportuna advertencia sobre lo que le aguarda al país si no se adapta a tiempo a las nuevas tecnologías.

No se puede detener la revolución de la automatización, de la inteligencia artificial o de la ‘Big Data’. Si la sociedad ecuatoriana intenta prohibirla, lo único que logrará es encarecerla, pero eventualmente tendrá que adoptarla aunque en condiciones menos favorables. Sin embargo, adaptarse a esta revolución inminente requiere tanto un cambio en la mentalidad de la ciudadanía como urgentes medidas de parte del Estado.

Los ecuatorianos necesitamos recuperar la fe en nuestro potencial de aprender nuevos oficios. El mercado laboral, desde ya, obliga al trabajador a aprender, desaprender y reaprender constantemente, conforme algunas ocupaciones se extinguen y otras aparecen. La vida impondrá, en diferentes momentos, más de una carrera, profesión o especialidad.

Ecuador debe comenzar a curarse en salud de la falsa disyuntiva entre capital humano y tecnología. Las máquinas no reemplazarán a los humanos, sino que servirán para tornarlos aún más eficientes y creativos. No es necesario temer que la tecnología termine con nuestro empleo, sino encontrar la manera de poner esa tecnología a nuestro servicio para ser aún más productivos e innovadores.

Para esto, la educación es fundamental. Empezará a temprana edad, pero será necesaria a lo largo de toda la vida. La academia, el Ministerio de Trabajo y el sector privado deben diseñar y proveer capacitación para sectores de la población que inevitablemente deberán reubicar sus oficios y profesiones.