De lo emotivo a lo concreto

La ceremonia de transmisión de mando de ayer estaba llamada a ser un momento de sueños y de esperanza, pero desde hoy el país necesitará ver acciones concretas. En su discurso de posesión, el presidente Daniel Noboa apeló a conceptos poderosamente emotivos, pero nada precisos. Se autodenonimó “proEcuador”, “antinada” y “hombre libre”; declaró no tener cabida en “viejos esquemas” y se declaró dispuesto a “romper este ciclo de revanchas”. Es evidente que el nuevo mandatario busca arrancar su Gobierno en un clima de conciliación y unidad, pero no está claro qué entiende por esos términos.

¿Qué significa en este contexto, más allá de la retórica populista, ser “proEcuador”? Las principales preocupaciones de la ciudadanía ahora son seguridad y empleo. Si el nuevo presidente, que es adepto a mencionar su gusto por las metas cuantificables y las mediciones permanentes, es capaz de reducir objetivamente los indicadores de crímenes y propiciar un crecimiento económico significativo, habrá cumplido.

¿Qué implica dejar de ser “anti” o renunciar a las “revanchas”? Es fácil no caer en el mismo frenesí vengativo de décadas pasadas. Basta con respetar a la Justicia y a las autoridades de control, con no emplear a la Policía y a las autoridades tributarias para fines de persecución, y con instar a su partido a no prestarse para juicios y fiscalizaciones tramposas en el Legislativo. El resto le compete a otros poderes del Estado y a otras figuras políticas.

Las declaraciones de principios demasiado abstractas y generales pueden justificar cualquier cosa y, al mismo tiempo, usarse para pintar como adversario a quien sea. El país necesita hechos.