Muerte cruzada

Giuseppe Cabrera

Es una figura mediante la cual el Presidente disuelve la Asamblea y convoca a elecciones, claro, con la salvedad de que no hay como tal un periodo obligatorio para lo cual deban convocarse, sino conforme la planificación del CNE, por lo que puede ser un mes como un año.

Durante ese tiempo el Presidente tiene plenos poderes en materia legislativa, puede gobernar mediante decretos ejecutivos con fuerza de ley, sin tener que lograr consenso alguno con las fuerzas políticas que representan los votos de la diversa sociedad ecuatoriana, por eso, cuando hablamos de hiperpresidencialismo, hay que ponerle nombre y apellido y, la muerte cruzada es una de las figuras que hace que tengamos una Constitución que da más poder al Ejecutivo que a cualquier otra función del Estado, fue una función creada desde el ideal mesiánico de los líderes que lo pueden todo, cuando la realidad es que la democracia requiere consenso y, eso hace que la figura sea anti democrático, podrá ser constitucional por el hecho de estar redactada en la misma pero, viola cualquier principio de separación de poderes y pesos y contrapesos democráticos.

Quienes proponen la muerte cruzada, antes o ahora, son los mismos autoritarios de siempre, que poco saben de estándares democráticos y para quienes, democracia solo significa que ellos puedan criticar sin filtro alguno y tener influencia en el gobierno de turno, de ahí poco les interesa la plena vigencia del modelo de la democracia liberal.

Pensar en una muerte cruzada en el periodo político actual de la Asamblea desde la Presidencia, es descabellado, por lo menos por varias razones, la primera que estos fanáticos del desastre creen que las elecciones se pueden replicar, cuando el escenario de nueva elección en nada garantiza que Lasso ganaría la Presidencia de nuevo, las circunstancias que le hicieron ganar, podrían haber cambiado y el escenario es otro, segundo que, todo igual tendría que ser revisado por la Corte Constitucional y, por último que podría significar la configuración de un órgano legislativo aún más fragmentado, dificultando aún la consecución de acuerdos.