¿Recuerdas que hoy tenía que hacer una entrevista? Me pregunta molesta mi mejor amiga.
Sí, al director de una institución importante. El tipo me estaba acosando. No entiendo cómo el director de una entidad que debe protegernos es el primero en faltarme al respeto.
Entré a su oficina para que me diera la entrevista, lo saludé como de costumbre, con un buenos
días y manteniendo la distancia.
Hola hermosura, pasa. Intenta acercarse para darme un beso en la mejilla. Por favor recuerde el distanciamiento, le digo para cortar la situación.
¿Le parece bien si empezamos con la entrevista? No sé si pueda mi reina, hoy está tan bella que desconcentra, se ríe.
Me puede contestar algunas dudas que tengo en relación al caso, insisto. Espérese un ratito, cuénteme ¿está con novio? ¿está haciendo ejercicio? Yo la veo diferente, más linda, tiene una bonita cintura, esa blusa hace lucir su delantera. Se ríe. Me siento cada vez más incómoda, no sé como actuar, es una persona poderosa.
Oiga, ese tatuaje del hombro ¿qué significa? ¿Tiene tatuajes en algún lugar comprometedor?
Disculpe, qué tiene que ver esto con la entrevista, le digo furiosa. No se ponga bravita estamos conversando. Si no estuviera tan rayada yo me diera una oportunidad con usted, se ríe. ¿Se da cuenta que puedo ser su hija? No sea ocurrida yo tengo 49 años. Justamente la edad que tiene mi padre, le digo. No sea loquita.
Se acerca intenta bajarme la tira de la blusa, déjeme ver mejor su tatuaje. Agarro la taza de café caliente que estaba en el escritorio y le lanzó en el pecho. Salí corriendo. No sabía qué hacer. Intenté ponerle un límite, desde las palabras y aún así, se atrevió a invadir mi espacio personal, mi cuerpo, mi límite.
¿Cuándo entenderán que todo gesto no consentido es acoso? ¿Cuándo entenderán que las mujeres no somos objetos, y que nuestro cuerpo nos pertenece únicamente a nosotras? Quizá pierda mi trabajo por enfrentar a un hombre poderoso, pero no voy a ceder cuando se trata de mi cuerpo, mi dignidad, mi integridad física y mental.