Trasquilados

Nicolás Merizalde
Nicolás Merizalde

Dicen que no hay mal que dure cien años y es evidente que no hay cuerpo que lo aguante. La regla parece cumplirse con el correísmo que, tras una segunda elección perdida, pese a la aparente facilidad que se adjudicaban al iniciar este proceso forzando la muerte cruzada, están asistiendo al inicio de su fin. No sé cuándo llegará ese fin, quizás en 20 años, quizás en meses con las señales de división internas, quizás en un plazo medio por la forma en la que se les embalsamó el discurso o tal vez decrepitarán como lo están haciendo sus mejores perfiles, sostenidos apenas por el recuerdo cada vez más borroso de su pastor.

Tal vez sobrevivan jugando a las marionetas y convirtiéndose en el nuevo PSC que trataba de gobernar moviendo hilos desde el pleno, la justicia o el inefable CPCCS. O Dios no lo quiera, recobren la entereza para entender sus fallas y puedan resucitar tras renovarse, renunciando a ese caudillismo que los ha condicionado a jugar con las mismas cartas elección tras elección, repitiendo un discurso que ya no conecta con los más jóvenes y hasta formas de comunicación que se han vuelto resistentes y poco a poco, viejas y ordinarias. En conclusión, se convirtieron en aquello que juraron destruir, son hoy por hoy, los patrones de la rancia partidocracia.

¿Cómo van a renunciar a aquello que les dio vida?

Morirá el correísmo, pero sobrevivirán sus vicios y nos seguirán pesando las malas mañas que han hecho callo en el sistema. El populismo vive y colea, y mientras sea así, cambiaremos de ismo pero no hallaremos solución a nuestros problemas fundamentales. Por eso veremos mucho transfuguismo, mucho ataque sin proyecto y otro poco de show que nunca falta. Lograr que ese virus desaparezca, que es finalmente el mal mayor, depende de reformar el sistema democrático y esa tarea nos queda a nosotros.