Memoria de tungurahuense

Rocío Silva
Rocío Silva

Subirse a la fuerza a las diferentes tarimas, encabezar las caravanas aunque se llegue al último, deambular de medio en medio de comunicación, vociferando que son lo mismo los PRIAN que ADN, esgrimir la cantaleta de toda una trayectoria política, como concejales, asambleístas, dirigentes deportivos; no es, sino la demostración  de la  más grande desfachatez naturalizada de forma tal, que creen que serán parte del carro triunfal, conducido ahora, por los ganadores de las elecciones anticipadas presidenciales.

Este espectáculo chusco, nos es gratificante, porque por contraste, nos permite visualizar las características y estrategia de la campaña electoral de ADN en Tungurahua, la misma que estuvo matizada por un trabajo fuerte y sesudo en territorio, con un desplazamiento transcendental por barrios periféricos, medios de comunicación, redes sociales, instituciones educativas, parroquias, cantones; todo esto sumado a lo que para nadie es novedad, y es que, jamás en la provincia ha ganado el correísmo. Al respecto no falta que, desde la obnubilación, producto de la trasnochada fulgor de la efervescencia de la izquierda adolescente y el activismo en la comodidad de la red, se siga con la gazmoñería que la RC, sigue siendo la primera fuerza política, a partir del número de sus candidatos elegidos en asambleístas, alcaldías, prefecturas, juntas parroquiales.

Sí, es innegable que movimientos y partidos políticos como la RC y Pachakutik, tienen un número representable de dignidades, gracias a que son el resultado de preferencias electorales con una votación a su favor, que fluctúa entre el 22% y 35%, con lo cual a simple vista, se puede deducir que por esas dignidades no votaron en un gran rango de electores del 65% al 78%; si habría una segunda vuelta para designación de asambleístas, concejales y gobiernos locales, otra fuera la realidad.

De modo que, tendrán que disimular su fastidio o hacerse al dolor que, en Tungurahua, ganó Daniel Noboa con un 75%, que ese porcentaje abrumador es la reacción a los saltimbanquis de siempre, a la cara bien lavada de las dignidades cantonales que auspiciaron los nefastos paros indígenas, porque es una forma de recordarles que Tungurahua si tiene memoria.