Pobreza y extrema pobreza

Christian Pérez

Los últimos indicadores arrojados por el Instituto de Estadísticas y Censos (INEC) con corte a junio del año en curso muestran, aparentemente, una baja en los índices de pobreza y pobreza extrema, lo que ha causado un aire victorioso en el Gobierno y esperanzadora publicidad en los medios de comunicación.

En efecto, la pobreza, en junio de 2022, se situó en un porcentaje de 25%, lo que representó una reducción de más de 7 puntos respecto de la cifra de junio de 2021; mientras que la pobreza extrema se fijó en 10,7%, esto es 4 puntos abajo de la cifra existente en junio de 2021. La conclusión publicitada e irreal: la pobreza y pobreza extrema han vuelto a los niveles previos a la pandemia del COVID-19; sin embargo, los datos no son tan positivos como se pretenden vender.

En efecto, ¿cuáles son los parámetros que son tomados en cuenta para medir cuándo una persona es pobre o vive en extrema pobreza? Para esta medición, el INEC toma en consideración el método de la línea de pobreza cuya lógica es fijar un monto mínimo de ingreso económico, de tal forma que si una persona gana menos que dicho monto, se encasilla como pobre o extremadamente pobre. En el caso de Ecuador, esta línea de pobreza es de 87,57 dólares mensuales, mientras que aquella de extrema pobreza es de 49,37 dólares mensuales; valores que equivalen a 2,92 dólares y 1.65 dólares diarios, respectivamente.

Frente a esto, la pregunta es ¿quién gana 88,00 dólares mensuales, lo que responde a 2,93 dólares diarios, no se considera una persona pobre?. Estos parámetros de medición resultan ficticios, tomando en consideración que el salario básico unificado actual es de 425 dólares mensuales, esto es, 14 dólares al día. Entonces, las cifras para determinar si una persona es pobre o extremadamente pobre no se acercan a la realidad de la subsistencia de una familia tradicional, ya que los ingresos diarios y mensuales que se toman en consideración para determinar si una persona entra en la línea de pobreza son irreales.

En definitiva, se necesita transparentar la información que se comparte y no hacer ver que la gestión del Gobierno ha sido exitosa. No todo lo que brilla es oro, y no todo lo que se muestra como “exitosa gestión” es real.