Pinochetistas del Siglo XXI

NICOLÁS MERIZALDE
NICOLÁS MERIZALDE

Toda relación humana que merezca la pena se basa en la confianza. De todas ellas, la más grande y compleja es el sistema democrático, un intento formidable y demandante de relacionarnos juntos los distintos, libres e iguales ante la ley. La confianza en los poderes públicos, la confianza en el conciudadano y la confianza en nuestro propio futuro son interdependientes y la caída de la una precipita la de la otra. Aquí hace tiempo que carecemos de todas.

La salida de Glas es el último puntapié. Un insulto a la inteligencia de cualquiera con sentido del bien y del mal, no digamos ya de la ciudadanía letrada e impotente. Es el apoteósico triunfo de una concepción pueril de la democracia, una descarada apología de la villanía. Porque no se engañen, su puesta en libertad no ratifica su inocencia. Glas sigue siendo un criminal popular y populachero que ha salido por la puerta de atrás, como corresponde a los de su estirpe para ser recibido con bombo y platillo por una masa que se niega la oportunidad de pensar por recaer en el vicio de creer. Sus celebraciones no son en nada distintas a la de los pinochetistas cuando el dictador eludió las rejas y regresó a Chile para burlarse del mundo. No reciben a un hombre libre de culpa y pena sino a un delincuente avispado. Glas tiene el agravante de no tener ni la edad ni la astucia militar del dictador chileno.

Después de este espectáculo humillante al que hemos sido sometidos los ecuatorianos ¿Cómo pedirnos confianza? Hasta yo, que soy un optimista decidido, me veo emplazado a tomar aire antes de continuar. Porque aún con todo esto, o mejor dicho debido a ello, debemos persistir si queremos salvar a nuestro país de las garras de quienes todos los días lo destrozan. Y reafirmar que hay ecuatorianos que merecemos un mejor Ecuador y vamos a dar la lucha por él allí donde estemos.