Andrés Ojeda Sotomayor
La inteligencia artificial (IA) nos invita a reflexionar sobre los riesgos y desafíos que supone. Encuentro algunas consideraciones éticas, filosóficas, sociales y culturales que pondré a criterio de la opinión pública. ¿Qué pasaría si los robots son entrenados para hacer trabajos operativos en el sector industrial y los trabajadores queden desplazados o desempleados? En ese caso, el personal afectado tendría que ser reentrenado y reubicado o se incurriría en la vulneración de algunos derechos humanos. Me pregunto también ¿qué ocurriría si los autómatas se proliferan en el mundo como una nueva «raza» de máquinas carentes de sensibilidad y ocasionan pánico o amenazas a las personas? Se deberá prestar atención a la toma de decisiones de la IA ya que podría alcanzar niveles de «superinteligencia» que superen nuestras propias capacidades cognitivas, por lo que la especie humana podría quedar expuesta.
Con la codependencia tecnológica habría más posibilidades de filtración masiva de datos personales, afectando la privacidad y seguridad de los usuarios; también se daría un mal empleo de la IA en proyectos de ingeniería social que lleven a las personas a entregar información confidencial; provocar desinformación y manipulación en redes sociales; suplantación de identidades y ciberataques; desestabilización de gobiernos; fallas técnicas y desastres naturales inducidos; impactos en la salud, transporte e infraestructura y hasta conflictos bélicos por uso de armas autónomas que funcionen con IA. A mi juicio, el desarrollo responsable de las nuevas tecnologías nos garantizará que se utilice de manera adecuada, con la cooperación de gobiernos, la industria, empresas, investigadores y la sociedad; y tendrá que ser respaldada con la creación de organismos de regulación que atiendan estas preocupaciones, elaborando medidas de mitigación, así como estándares internacionales que atenúen los peligros potenciales y maximicen los beneficios para la humanidad.