Nunna Humanista

Nicolás Merizalde
Nicolás Merizalde

La Fundación Nunna Humanista está cumpliendo con una labor necesaria y admirable. En el poco tiempo que conozco de su gestión ha nutrido el escuálido panorama cultural de la ciudad con una agenda atractiva y diversa.

El jueves fui al desvencijado Teatro Lalama y me dio un gusto tremendo verlo lleno y muy bien atendido por un personal amabilísimo, que con una obra de apuesta segura y recorrido nacional le brindan a Ambato una probana de la vida cultural que merece y de la cual nos jactamos, encallecidos en el recuerdo. 

En un país donde la cultura está sumergida y arrinconada, la acción de la Fundación Nunna Humanista de raíz y misión ambateña, es valiente y ambiciosa porque tiene entre manos uno de los proyectos más interesantes para el centro del país: devolvernos la vida teatral que es el eje de la actividad cultural, lo que se traduce en más pensamiento, libertad y cómo no, oportunidades y dinero. 

Son tan pocos y tan maltratados nuestros pobres teatros que uno solo puede interpretarlos como el reflejo de la preocupación que políticos y “estadistas” le brindan a la inversión intelectual. Por eso es un acto de rebeldía y de necesidad -algo muy ambateño, dicho sea de paso- que la empresa, colectivos y gestores unan fuerzas de forma independiente y se atrevan como la Nunna lo ha hecho. 

Hay tanto Montalvitos, Meras, Viteris chiquitos, Eugenias y Toyas igual de jóvenes y creativos que aquellas glorias de nuestra historia, ahorita, en cualquiera de nuestras calles. Bullen de ganas de hacer y consumir arte de calidad, tienen derecho a hacerlo y ahora la Nunna también les brinda la oportunidad. 

Como nota al pie de página, tiene doble mérito si se piensa que últimamente, mal llevados por la lógica del populismo se espera cultura y entretenimiento en gratuidad. Es importante remar contra esa marea que no estimula las neuronas y relaja las conciencias.