No estamos solos, nos necesitamos

Nicolás Merizalde
Nicolás Merizalde

Todos estamos doloridos por la ola de violencia que nos ahoga y amenaza, también estamos asqueados y saturados de la exposición impúdica y amarillista que le brindan los medios. Todos sentimos impotencia, miedo e ira.

Esa vulnerabilidad a la que nos ha arrojado el sistema, la pandemia y el crimen organizado crecerá en la medida en que nosotros como ciudadanos renunciemos a unirnos, apoyarnos y resistir el embate que, ni es definitivo ni puede ser eterno.

Un porcentaje de los miembros de los cuerpos de seguridad ha cedido a la gangrena del crimen y costará mucho amputar a los miembros enfermos mientras se combate la delincuencia, la ignorancia y la pobreza. Eso, más la abdicación e insuficiencia del poder estatal exigen una mayor cohesión de los miembros de la sociedad civil.

Nuestro momento histórico nos vuelve a recordar de dónde nace el poder y nos emplaza a remendar las bases del contrato social, esas de vecinos y ciudadanos de bien que no se amilanan y se organizan, que se toman las calles para exigir respuestas y muestran su apoyo y su presencia en el dolor y la resistencia. Que hacen fuerza.

A muchos les parecerá inútil, pero el refuerzo de las organizaciones barriales, gremiales y sociales nos ayuda a reapropiarnos del espacio público, a elevar un mensaje, a dejar el activismo de sofá y promover una solidaridad funcional. Solo el refortalecimiento de la sociedad civil nos puede dar energía para continuar, para sentir que no estamos solos y no ceder nuestro espacio y nuestro futuro por temor o desidia. Nada más útil ni más urgente.

Pienso en los mexicanos que, frente a un estado fallido han tejido una red de apoyo y lucha ciudadana envidiable. Nos necesitamos todos, los más pobres y las élites porque si no salvamos la fuerza civil no nos salvamos