La madrugada del sábado 15 de enero del presente año, el país recibió la noticia del fallecimiento de Ricardo Rivera Arauz, tío del exvicepresidente Jorge Glas, quien fue sentenciado a seis años de prisión por el delito de asociación ilícita por haber participado en la red de sobornos con la constructora brasileña Odebrecht, el mismo que al cumplir el 60% de su condena se acogió al beneficio penitenciario de régimen semiabierto.
Ante este acontecimiento se ha levantado en el país una corriente de dimes y diretes, donde se pone en tela de duda el fallecimiento de Rivera, incluso se especula sobre una muerte ficticia, pues para muchos se trataría de una mentira más que dejaría en libertad a quien actuó como intermediario para recibir 13,5 millones de dólares en sobornos y coimas a cambio de contratos con el Estado.
En el presente artículo, no es mi intención sumarme a las especulaciones, pues la SNAI ya ha confirmado la muerte de este individuo, sin embargo, sí quiero tomar este suceso como una advertencia para la sociedad en general, pues la permanencia en este mundo es pasajera y debemos procurar dejar una huella positiva para las futuras generaciones, al final de nuestros días de nada sirve el dinero mal habido, desfalcar al Estado para enriquecerse y tener fortuna de dudosa procedencia a costa de perder la paz y tranquilidad individual y familiar. Morir y que todos te señalen es la peor herencia que dejarás a los suyos.
Por todo lo mencionado, considero que es indispensable rescatar los valores y que la honradez sea nuestra carta de presentación. Así pues, la integridad en el obrar debe ser el compromiso que cada persona adquiere consigo mismo y con los demás, ya que el resultado de nuestras acciones nos permitirá ser considerados dignos y respetables.