Lindon Sanmartín Rodríguez
El sábado y domingo, hemos sido testigo de la falta de imparcialidad de la Asamblea Legislativa, cuando analizaba el pedido de destitución del presidente de la República, Guillermo Lasso, amparándose en el artículo 51 de la Ley Orgánica de la Función Legislativa, en concordancia con el artículo 130, numeral 2 de la Constitución.
La mayor parte de los asambleístas, en especial los más jovencitos debemos decirles que como criterio jurídico “IMPARCIALIDAD” son las decisiones que se deben tomar atendiendo a criterios objetivos, sin influencias de sesgos y sin tomar en cuenta su propia subjetividad ni sus intereses. Así, se entiende como una decisión imparcial a una decisión objetiva, carente de vicios y prejuicios, como en este caso la protesta de la CONAIE, que degeneró en vandalismo, con esquemas de terrorismo según los informes de las autoridades locales.
El debate legislativo es una vergüenza, no hay argumentos jurídicos, peor constitucionales, lo único que se vio fue un lenguaje de ataque, una mala lectura de lo que escriben mal, en definitiva, la mayoría de asambleístas (jovenzuelos) les hace falta formación, porque el análisis sociopolítico, que hacen y consta en archivos de la Asamblea es paupérrimo.
El “debate” si lo podemos llamar el de la Asamblea, más bien se constituye en una “PENITENCIA», que nos impondría un profesor de Derecho, por no saber diferenciar el día y la noche. La inmadurez los lleva a desconocer el procedimiento parlamentario en una sesión que tenía un solo punto y autorizan recibir comisiones generales, desde allí dicha sesión no tiene validez moral y ética, porque se viola la imparcialidad.
Los asambleístas, me refiero directamente a los jovenzuelos debería diferenciar qué es un “SITIO DE PAZ” y cuál es su función, tarea que la debieron de haber aprendido antes de ser electos, para evitar daños a la integridad del Estado.