Brenda Valdivieso Vélez
Al iniciar el mes de marzo inició también un nuevo reto dentro de mi vida profesional: el ser abogada patrocinadora dentro de un espacio de protección, en modalidad de acogida, para adolescentes embarazadas y adolescentes madres que han sido víctimas de violencia sexual y sus hijas e hijos, en situación de vulnerabilidad.
Más allá de conocer que Ecuador se ubica como el segundo país de la región con el índice más alto de embarazo en adolescentes puesto que 7 niñas dan a luz todos los días, producto de ser víctimas violencia sexual; el acercarme a sus realidades, me permite humanizarme nuevamente y entender las gravísimas secuelas psicológicas y sociales acarreadas.
Salgo entonces de mi zona de confort cotidiana para recordar que la vida no solamente se conforma de cifras desagregadas y compartidas, escritas desde la comodidad de un escritorio por funcionarios de cada gobierno de turno, sino de rostros, historias, sentimientos y caminos. Conocer estos casos de primera mano y saber que cruelmente han sido víctimas de una sociedad deshumanizada, me devuelve la convicción y el impulso para continuar luchando por mejores condiciones y reforzar la obligación de dejar a estas futuras generaciones equidad e inclusión.
No puedo ser jueza, pero sí defensora de la dignidad humana para demandar justicia. Me permito elevar mi voz para interponer una denuncia contra constructos sociales que desencadenan en desigualdad y violencia. Hoy, mi voz es de denuncia contra el sistema que revictimiza y desconoce de sensibilización y enfoque de derechos.
Que el inconformismo nos permita alcanzar una real corresponsabilidad social, es decir, el deber del Estado, la sociedad y la familia dentro de sus respectivos ámbitos, para adoptar medidas políticas, administrativas, económicas, legislativas, sociales y jurídicas para la vigencia, protección y exigibilidad total de los derechos de niñas, niños y adolescentes ecuatorianas/os.