Desechar la mediocridad

Desechar la mediocridad
Desechar la mediocridad

Álvaro Peña Flores

Aun no se sabe a ciencia cierta quienes serán los candidatos para las dignidades de asambleístas a nivel provincial y nacional. Lo que sí conocemos, es la lección que nos dejó la anterior Asamblea. Fue una tómbola de personajes que sacó a relucir el mérito a la mediocracia.

José Ingenieros (2000) define a la mediocridad como la ausencia de características personales que permitan distinguir al individuo en su sociedad. Espacio en el cual, se desarrollan como un fardo de rutinas, prejuicios y domesticidades; basta reunir cien hombres para que ellos coincidan en lo impersonal: “Juntad mil genios en un Concilio y tendréis el alma de un mediocre”

La pésima aceptación que tuvo la disuelta Asamblea, fue el reflejo del fardo de mediocres que se gestaron dentro del Pleno. La falta del verdadero concilio entre el Ejecutivo y el Legislativo originó una batalla incesante por determinar quién era mejor y a quien se debían cada uno de los ilustrados, si al país o a sus caudillos. El epítome de la falaz democracia que vivimos fue el juicio al presidente que terminó por tambalear el sistema jurídico democrático, para gusto de aquellos mediocres que se creen mejores.

Hay una nueva oportunidad. Volveremos a ejercer el mejor de los derechos. Elegir a nuestros representantes. Es momento de distinguir la mediocridad de la verdad y la excelencia. Hay muchos buenos perfiles. Lo que no tienen es dinero para comprar los votos. Hemos vendido al país por un plato de lentejas, por unas cuantas obras mal hechas, y por unos discursos mesiánicos y demagogos que han sido pregonados tantas veces, que unos cuantos incautos, que ahora se enorgullecen de ser tales, se los han creído.

Aunque la honestidad cause irritación a los mediocres, es momento de terminar con ellos. Elige bien.

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