Las inmerecidas candidaturas

Giuseppe Cabrera

La gente está cansada que la política sea tan injusta como la vida. Las candidaturas se obtienen con base en la búsqueda del personaje conocido (sea buena o mala fama), el esbirrismo al gerente propietario del movimiento o partido político y en el tamaño de la chequera que financia la campaña.

El mérito en la vida, como en la política, es una quimera de difícil avistamiento, claro, esa es la regla, como en todo, habrá excepciones.

Esa creo que es la frustración que guarda la idea de querer exigir títulos, la crítica a los sueldos o el número de cargos políticos que existen. La frustración de los olvidados de la globalización y de quienes se han esforzado en la vida y aún no acceden al ascensor social. Porque vamos, hay gente que se faja todos los días en un trabajo explotado y mal remunerado y no ve, que eso le pueda llevar en algún momento a un mejor estilo de vida, ¿cómo le explico a un estibador o un cocinero que se levanta a trabajar al mercado a las 04:00 o 05:00 de la mañana que no está haciendo lo suficiente?, cómo le digo que el pobre es pobre porque quiere.

Ante eso, levantar una bandera política cada 2 o 4 años, esperando conseguir trabajo, parece el camino fácil del candidato o sus adeptos.

Y la gente ve impávida que llegan los peores, con sentimiento de remordimiento y culpa al poco tiempo, porque fueron ellos mismos quienes al final con despecho y desazón les votaron en su momento.

Que esta vez, como ya en tantas otras, castiguemos los intentos por confundirnos de los partidos políticos, dejemos de votar por el rostro conocido o la manipulación marketera, castiguemos con el voto a quienes ya lo han hecho mal y, brindemos espacio a quienes se toman la política con algo más de seriedad y, si no los hay, usemos las herramientas que nos quedan, día a día, para mejorar nuestra democracia. Están los peores, porque los mejores no creen que la justicia y el mérito baste.

Ese biombo de cartón es el espacio de mayor igualdad republicana que existe, en ese pequeño momento todos somos iguales, mi voto y por tanto opinión, vale igual que la del rico o poderoso y, siendo más los de abajo ¿por qué entonces no somos capaces de darnos días mejores?