Las bajezas político – electorales

Juan Francisco Mora

Resulta indignante ver hasta qué punto están llegando los ataques, ofensas e insultos entre candidatos a pretexto de la campaña electoral.

No solo se nota el esfuerzo de los candidatos por mostrarse como la mejor opción, sino también se empieza a notar la bajeza con que muchos de ellos agreden a sus contrincantes.

¿Realmente es necesario denigrar al oponente? ¿Los ciudadanos merecemos estar expuestos a tanta violencia política? ¿Esas expresiones de miseria humana denotan quiénes son los postulantes a ser nuestras autoridades?

El anonimato que las redes sociales permiten ha reemplazado al pasquín o a la muralla grafiteada con injurias, agravios y vejaciones. Pésimo uso de un recurso tecnológico tan importante en nuestra sociedad.

Al contrario del ‘supuesto bienestar colectivo’ que los candidatos predican, esos actos denigrantes crean en la población la cultura de la agresión, la descalificación y el ataque como la fórmula para alcanzar los objetivos personales. ¡Qué mal ejemplo nos dan!

¡Vergonzoso! Estamos viviendo la degeneración de la política electoral. La participación política como un acto de servicio público no puede convertir a estas bajezas como ‘lo normal’ en una campaña electoral. Los candidatos deberían dar una clara demostración de su ética personal ‘en la práctica’.

Para descalificar al oponente se miente, se le inventa males, se contratan ‘troll centers’, se lanzan campañas de rumores y hasta se hacen montajes fotográficos; todo esto con el único objetivo de ganar las elecciones ‘frenando’ a los otros candidatos.

Una comunidad merece una campaña electoral de altura en la cual sean las ideas, las propuestas y las soluciones las que realmente importen. Una campaña en la cual se respete al electorado y al oponente.

Si así se muestran en campaña, ¡imaginémonos cómo actuarán si llegan a ganar y a convertirse en autoridades!

Conminamos a los candidatos a deponer los actos de agresión en contra de sus oponentes y a buscar el favor del voto popular por sus propias virtudes.