La humanidad no aprendió la lección

El gran golpe global que nos propinó la pandemia por COVID-19 sacudió la esencia misma de la humanidad, dejándonos ver lo vulnerables que somos ante la naturaleza y ante un enemigo invisible.

Millones de víctimas alrededor del mundo, dolor por esas víctimas de la pandemia y por los momentos de desesperación a los que estuvimos sometidos todos.

Una dura lección para los seres humanos de la cual, aparentemente, debimos haber obtenido muchos aprendizajes que nos renovarían en lo más profundo de nuestro espíritu. Fue la oportunidad para renacer como una nueva humanidad.

Pero no. La evidencia nos deja ver que, aún sin finalizar la pandemia y sus efectos, la humanidad no aprendió lo suficiente.

Una nueva guerra (con todas las características para una conflagración mundial) nos recuerda que luego de la pandemia no sanamos de la ambición de poder geopolítico, de la ansiedad por el control de los recursos naturales y tampoco del uso de las armas.

El capital sobre el ser humano y la naturaleza. La pandemia nos hizo ver con claridad la necesidad de dialogar y ponernos de acuerdo para construir acuerdos globales, de regiones, de país, de provincia, de ciudad; acuerdos que prioricen al ser humano. Pero muy pronto se nos olvidó y volvimos a poner la disputa política, el interés económico y la confrontación por espacios de poder como estilo de gestión de nuestras naciones.

El deporte como vínculo de fraternidad de la humanidad fue olvidado y ofendido: un partido de fútbol se puede convertir en el escenario para evidenciar lo primitivo de nuestras emociones y lo salvaje de nuestro comportamiento. Ocurrió en Querétaro, México, pero también sucedió el fin de semana en nuestra ciudad y ocurre con total cotidianidad hasta en el estadio del barrio.

La pandemia no fue suficiente para que aprendamos a borrar las diferencias entre nosotros. No fue suficiente para enseñarnos que la bandera de una nación, la camiseta de un equipo de fútbol o los colores de un partido político no están por encima de nuestra identidad global como una sola humanidad.