Incredibol

Nicolás Merizalde

Nicolás Merizalde

Un presidente millenial en condiciones no podía perder la oportunidad de citar un meme, piedra de toque de la cultura popular. En un país como el nuestro, donde sólo el humor nos ayuda a evadir la asfixia, resulta interesante ver el nacimiento de un caudillo que entiende la psiquis de una masa a la que ya no le importan las cadenas nacionales ni las letanías de los sábados sino un gesto, una frase, una ironía que pueda condensarse en infinitud de memes. Lo celebro, mientras esas risas sean la música de fondo de una tarea más compleja y seria como la reforma del Estado. 

Y también lo celebro porque expuso que ciertos líderes, causas y discursos han quedado para el baúl de los recuerdos. El viejo RC sólo conoce la actualidad de los diarios por sus menciones en los chats de Norero y ya no por sus declaraciones, ideas o los dardos que su lengua afilada solía emanar con agudeza y rapidez. Esta semana conoció el ridículo y aunque parezca incredibol, del ridículo no se vuelve. 

Al parecer, perder el poder es perder facultades porque como respuesta y defensa no se le ocurrió otra cosa que asumirse como vulgar guayaco. Como sabemos, guayaco y vulgar no son conceptos inseparables y dependientes. La anterior semana les hablaba de la belleza y sus enemigos, como este señor que se vanagloria de su vulgaridad, lo cual parece estúpido, pero lo es menos si uno comprende que la intención detrás de una declaración tan absurda es alimentar ese rencor vacío que trata de invertir los valores para sacarle dividendos al odio. Ejemplos nos sobran.

Esta semana, leyendo al filósofo José Antonio Marina aprendí que el rencor es la furia que dura mucho tiempo. Proviene de la misma raíz que rancio: es “furia envejecida”. Entonces pasé del asombro a la compasión. No es estupidez lo que padece, sino rencor.