I’ll be there for you

Nicolás Merizalde
Nicolás Merizalde

Todos tenemos un amigo como Chandler Bing, y si no, probablemente ese seas tú. El típico pana que además de leal, atento y buen conversador es honesto hasta lo innecesario, aunque nadie le tuerce los ojos porque cobija su franqueza con un sentido del humor imbatible. El que para salir de la incomodidad acude a la ironía, que no le teme al ridículo, que es un maestro del sarcasmo sólo porque esconde una fuente inagotable de ternura y que acaba siendo el pegamento de ese grupo al que ha unido algo igual de mágico que el amor y tan necesario como la familia: la amistad.

Friends ha sido más que una simple sitcom noventera, vive en la memoria sentimental colectiva como buen ícono pop y ha alcanzado el grado de refugio abierto en los días en que la vida necesita una pausa y entrar a tomar café en una taza inmensa en Central Park. No existe fan de Friends que no haya recurrido a la serie casi como a las píldoras después de un mal día.

Por eso, cuando supe de la partida de Mathew Perry sentí de cerca esa rara tristeza que nos acompaña a los fans cuando se apaga una estrella. Nunca lo conocí y aún así lo considero parte de mi vida. Me he reído tanto gracias a él que lo recuerdo como a un amigo y han sido tantas las veces que me he sentido Chandler que es parte viva de mi memoria, una referencia que brota sin aviso en mitad de la vida real y entonces, sonrío. Como sonrío cuando encuentro a otra persona que comparte mi fanatismo y de repente se crea un vínculo ridículo pero cierto, porque no existe otro eslabón que la fantasía.

La ficción es tan poderosa porque crea sensaciones, recuerdos, sentimientos y relaciones que existen en verdad y se quedan con nosotros. Por eso, desde aquí le doy gracias a Mathew Perry porque, aunque su complicada vida halló un trágico fin, su impecable trabajo seguirá ahí. He ´ll be there for us.