Según el calendario electoral, el proceso de democracia interna para determinar las candidaturas que participarán en las elecciones del 2023 debe realizarse entre el 22 de julio y el 5 de agosto del año en curso, mientras que sus inscripciones se las realizarán del 22 de agosto al 30 de septiembre de este año.
En este sentido, el Reglamento para la Inscripción y Calificación de Candidaturas de Elección Popular emitido por el Consejo Nacional Electoral determina que uno de los requisitos que deberán cumplir las agrupaciones políticas es la inclusión del 30% de mujeres encabezando listas y el 25% de jóvenes, para todas las dignidades seccionales que se elegirán.
Aquí cabe hacerse una pregunta, ¿las 276 agrupaciones políticas habilitadas, han realizado un proceso de formación política sostenido que les permitan seleccionar los cuadros electorales más óptimos o únicamente lo hacen según la coyuntura electoral?
La respuesta a todas luces es “no”. Ellas no realizan un proceso de formación y capacitación política en sus bases, alejándose de ser un tanque de pensamiento político, como en esencia deberían ser, pasando solo a ser máquinas electoreras que se activan según el calendario electoral. Incluso, muchas de ellas que reciben presupuesto del Fondo Partidario Permanente que debe ser utilizado en actividades de formación, publicaciones, capacitación, investigación y financiamiento institucional, destinan esos recursos a otras actividades. Basta preguntarse ¿cuántas publicaciones han realizado? o ¿cuántas investigaciones de interés han impulsado?.
En definitiva, debe existir un proceso de democratización de los procesos de construcción de las agendas y propuestas electorales. Incluir cuadros femeninos y juveniles en las papeletas para cumplir un requisito reglamentario es insuficiente cuando no va acompañado de un real proceso de formación política que permita identificar a los mejores cuadros dentro de la militancia para evitar recurrir al personaje conocido por ser cantante, locutor de radio o árbitro de fútbol.