Rogelio Morales Cattani
Existen personas a las que los acontecimientos nacionales les afecta de manera distinta, lo cierto es que nadie pasa por la vida sin tener una cicatriz.
Cada vez estamos más polarizados políticamente; existen posturas inimaginables que justifican y hasta aprueban lo que el sentido común no lo haría, por eso, es el menos común de los sentidos.
“El eco” que se repite en una quebrada de tonterías está conduciendo a que existan personas que piensen que lo importante es ubicarse en un “puestito”, vivir de un “sueldito” y así dejan de ser participativos y críticos, para transformarse en burócratas adulones. Este es un mal que tiene la gente que quiere vivir de “las mieles del poder” o prendidos “a la teta del Estado”, acostumbrados a vegetar y no a producir.
Las personas que continuamente se sienten ofendidas o víctimas de injusticias suelen aspirar a que el Estado sea quien le solucione todos sus problemas sin el mayor esfuerzo. Ese no es el camino en un mundo que requiere trabajo perseverante para lograr vivir en paz y progresando. Vivir y actuar en democracia tiene sus ventajas, que hay que saber conservarlas; una de ellas es el respeto al pensamiento y a la opinión ajena, a no ofenderse por todo y a no reclamar por cualquier cosa.
Es posible que cuando determinemos cuáles son nuestras prioridades, recién comencemos a orientar nuestras vidas para hacerlas más productivas. Un ejemplo maravilloso es el que Miguel de Cervantes personifica en su inigualable novela ‘El Quijote de la Mancha’. Allí, este personaje sencillo y humano logra, a través de acciones cotidianas que se desarrollan en el día a día y en distintos escenarios, saber cómo tomar cientos de decisiones cada día. El éxito es simplemente hacerlo con sencillez, como esta obra que ha podido vencer al tiempo y mantenerse activa durante siglos, como los soñadores o ‘Quijotes’ que nunca deben desaparecer. Así como ese “loco humano y bueno”, que vivió, disfrutó, sufrió y trascendió.