Vicios de la democracia

Valeria Mesías Rodríguez 

Valeria Mesías Rodríguez

Los candidatos que elegimos dicen mucho sobre el tipo de electores que somos. Como en el amor y como todo en la vida, probablemente, nunca nos hemos preguntado por qué elegimos lo que elegimos. A veces elegimos desde el lugar de la carencia, el desconocimiento y la inexperiencia, por eso fracasamos

Al político corrupto, al que derrocha la plata del pueblo, al que come con la boca abierta mientras los demás miran y no les caen ni las migajas, a ese también lo elegiste tú. Y tienes la opción de seguir mirando la misma escena abusiva, o al menos la ilusión de cambiar el futuro con tu voto informado.

En Santo Domingo hemos visto campañas políticas millonarias; otras, faranduleras, en donde la fuerza de la fama y de la plata pesan más que la fuerza de las ideas. Pero algunos todavía seguimos bailando al ritmo que nos toquen. Como si nada pasara, como si el hambre y las pistolas fueran pura ficción, las caravanas no dejan de pasar fanfarroneando con canciones pirateadas. Parece que vivieran en otro mundo. Otros, candidatos completamente desconocidos, se acercan por primera vez a hacer sus improvisadas ofertas de campaña, a darse un baño de pueblo. 

Elecciones: la supuesta fiesta democrática, en donde sabemos que el festín es para cuatro bandidos que nunca van a saber lo que es vivir con menos de un dólar al día, ni van a saber lo que es dormir con miedo. ¿Pero qué dice esto de los electores? Que somos gente indiferente, que no leemos, que no investigamos, que somos presa fácil del clientelismo político y del activismo vacío.  

Estamos sobre informados; otros, desinformados y la mayoría distraídos. Somos espectadores, ese rebaño desconcertado y domesticado del que hablaba Noam Chomsky. Seguimos dejando que cuatro burócratas patrocinados decidan nuestro destino. Lo llaman el arte de la democracia; yo diría, más bien, los vicios de la democracia

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