Verdadera felicidad

Adriana Ormaza Cuenca

Para Epícteto (55– 135 DC) filósofo estoico nacido en la esclavitud, la felicidad y la realización personal son consecuencia natural de cultivar las virtudes. Una vida feliz es una vida buena, una vida de bien, de virtud, de excelencia. Esta vida de bien, solo se logra con la conquista de la serenidad interior (Ataraxia) y como consecuencia la libertad personal.

Hoy, rodeados de tantas preocupaciones, inseguridad e inestabilidad social, enfermedades físicas y psicológicas, estos conceptos recobran un mayor significado.

Conseguir esta serenidad interna, nos dice Epícteto, requiere saber diferenciar entre las cosas que dependen de nosotros y las que no. Lo que dependen de nosotros son nuestras acciones, opiniones inclinaciones, deseos y aversiones, lo que no depende de nosotros es el cuerpo, bienes, reputación, honra, etc.

Mientras más tiempo le dedicamos a las cosas que no dependen de nosotros, más lejos estará la serenidad interior. Lograr esta serenidad, es consecuencia del conocimiento de nosotros mismos, nuestros miedos, pensamientos, emociones, nuestra lucha interna por lograr la mejora continua. Además, lograr una serenidad interna propia nos permite vivir en serenidad también con los demás, uno de nuestros grandes objetivos como sociedad.

La lucha por la libertad ha sido uno de los principales motivos de las guerras, sin embargo, cabría cuestionarse, si estas logran realmente libertad o solo cambios de poder. La libertad de Epícteto es aquella que nace en nuestro interior, producto del dominio de los deseos que no podemos controlar. El deseo y la felicidad, no pueden vivir juntos, afirmaba.

Trabajar por una “buena vida” para Epícteto y la filosofía estoica es trabajar por una vida de conquista interna, donde nadie nos puede arrebatar lo logrado.

Nueva Acrópolis Santo Domingo