Neuroética

Rogelio Morales Cattani

Investigaciones en el campo de la neurociencia, han originado una nueva rama de la bioética, la “Neuroética” que ya es parte de la ética médica. Cada vez se comprende mejor el funcionamiento neurocientífico cerebral y los mecanismos neurobiológicos que terminan por formar y moldear la conducta humana, acciones que fisiológicamente se producen posterior a actividades eléctricas de ciertas áreas cerebrales, las que podemos registrar en forma de impulsos eléctricos, o captación de imágenes.

Todo esto se cumple en el cerebro que al nacer pesa aproximadamente unos quinientos gramos, llegando a los mil gramos cuando tenemos tres años y unos mil quinientos en el adulto. En esta estructura, la corteza cerebral tiene alrededor de doscientos centímetros cuadrados y es el área donde se cumplen millones de conexiones, para pasar la información desde áreas primarias a secundarias, hasta elaborar el mensaje, suena sencillo, pero es un mecanismo complejo.

Cuando se aumenta la capacidad cerebral y se logra modificar el tipo de conducta con la ayuda de medicamentos que disminuyan la ansiedad y depresión, también por efectos químicos es posible cambiar el tipo de conducta y comportamiento.

La tendencia a evaluar acciones de orden cerebral en base exclusivamente al uso de aparatos, no siempre consigue los resultados esperados y puede ser una tecnología riesgosa cuando es agresiva, o equivocadamente empleada.

Pensemos que los trastornos de “autismo” se relacionan a la amígdala cerebral, las perturbaciones de la memoria explícita al hipocampo, los trastornos motores a ganglios basales y la esquizofrenia a la corteza cerebral que es donde se producen las múltiples variables y conexiones entre los axiones. En el Alzheimer, por ejemplo, no se han encontrado evidencias de daños físicos cerebrales.

Las personas tenemos cerebros y actitudes diferentes, solo así se puede contribuir al desarrollo de la humanidad. En la diversidad se basa el desarrollo y la “Neuroética” busca normar ese equilibrio para que los extremos no sean la causa de los excesos.

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