Dulzura de mamá

Yveth Romero Padilla

Yveth Romero P.

Sin duda, ser madre, ya sea física, psíquica o espiritualmente, es un rasgo innegable de la mujer. Y de entre las muchas virtudes que caracterizan a la madre, sin duda la dulzura es propia de su ser.

La Madre Teresa de Calcuta decía: “por cada gota de dulzura que alguien da, hay una gota menos de amargura en el mundo”. En este mundo donde el miedo nos llena de amargura la vida, la Madre, la gran educadora, transmisora de las costumbres y tradiciones de la familia, es la llamada a entregar dulzura y a enseñar a sus hijos a dar dulzura en el mundo.

 La dulzura materna se manifiesta de innumerables formas: en el delicado cuidado de un recién nacido, en cómo sirve y atiende a las personas, en el gesto amoroso que reconforta el corazón. Pero dulzura no es solo suavidad y ternura; también es sinónimo de fortaleza y coraje.

Es la palabra fuerte y segura que nos anima a levantarnos cuando tropezamos y, en su regazo, es la roca en la que encontramos apoyo en tiempos de tempestad. En la dulzura de una madre reside una fortaleza inquebrantable, y una determinación férrea que le lleva a cruzar sus propias limitaciones cuando se trata de apoyar a su familia.

En un mundo marcado por la dureza y la frialdad, la dulzura nos recuerda que la verdadera fortaleza no reside en la rudeza o la agresividad, sino en la capacidad de amar y ser amado, de cuidar y ser cuidado. Debemos valorar el papel fundamental que una madre desempeña en nuestras vidas, de ahí la importancia de que la maternidad sea consciente en aquellas mujeres que han decidido ser madres, se eduquen, se formen y se transformen; tengan claro su responsabilidad en la formación de los futuros ciudadanos

La Madre debe estar consciente de que educar, en tiempos turbulentos, requiere de una gran dosis de valentía, valentía teñida de dulzura y amor.

Nueva Acrópolis Santo Domingo