Crisis social

Emily Torres Larriva

Emily Torres Larriva

En los últimos días ha saltado sobre el tapete actos de violencia normalizados, objetos de burla y comentarios naturalistas en donde los festejos y fiestas eufóricas son parte de la vida de los ecuatorianos, el ojo crítico sobre estos hechos es imperceptible porque con orgullo mostramos a nuestras familias como la juventud se distrae.

El espejo de lo que está sucediendo es evidente, y preocupa porque estos hechos no han sido criticados, al contrario, se han aceptado, lo que da pie para que sigan ocurriendo.

Organismos nacionales de índole público y privado deben gestionar acciones que lleven a la reflexión y cambio, no podemos aplaudir con orgullo, debemos rechazar enfáticamente jornadas violentas cargadas de irreverencia. Concertamos en cuestionar cómo los ecuatorianos nos divertimos, qué herramientas damos a las nuevas generaciones, cómo frenar comportamientos inusuales que años atrás veíamos de manera lejana.

Envolver a niños en las festividades se convierte en un hecho peligroso, los protagonistas la agresión, falta de respeto y escasez de límites no es el espejo que queremos mostrar a las futuras generaciones, puesto que atenta a la formación, la falta de valores es palpable, las fiestas y celebraciones deben ser la oportunidad de integrar la alegría, algarabía de grandes y pequeños, lastimosamente no es así.

Y el análisis va más allá de estos hechos, la falta de valores salta y nos salpica, porque somos parte de esta sociedad en donde el descontrol es motivo de aplausos, invadir espacios personales causando miedo y daños materiales se normalizó, el caos en sitios públicos no tiene filtros porque el festejo se les fue de las manos.

Podría parecer exagerado, pero creo plenamente que estos comportamientos son la raíz de varias irregularidades socioculturales, que desencadenan en vandalismo, violencia, homicidios, alcoholismo y drogadicción. Admiramos actividades que son grabadas causando “mofa” que nos permitimos compartir con nuestros seres queridos, que la globalización nos permita evolucionar como sociedad, no podemos consentir conductas denigrantes que heredamos a futuras generaciones, debemos ser parte del cambio que queremos ver. 

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