Uno de los principios básicos de un sistema que se precie de llamarse democrático, es el respeto a las minorías, pero el abuso y la grosería parecen imponerse
El advenimiento a nuestro endeble sistema democrático, fue diseñado al final de la década del 70 del siglo pasado. Un selecto grupo de juristas y políticos de todas las tendencias nos dieron la posibilidad de escoger entre dos constituciones pero fundamentalmente diseñaron un esquema de concentración de tendencias ideológicas con la segunda vuelta electoral para que gobiernen quienes obtengan mayoría (llamado actualmente balotaje). También la elección de parlamentarios en la segunda vuelta fue un éxito, pero al poco tiempo, los sabidos de siempre, entendieron que se quedarían sin opción y empezaron a desarmar el sistema con la elección del parlamento a la primera vuelta para diseminar tendencias y lograr forzadas representaciones y llegar a tronchar y al reparto.
La constitución del 98 trató de reponer la gobernabilidad y casi lo logra, pero luego vino otro más vivo, se dio su propia constitución, y al terminar su década de dictadura, entendió que llegó el fin de su popularidad manchado de latrocinios y abusos y rediseñó el sistema. Facilitó la proliferaciones partidos y hasta movimientos locales lo que con una ridícula minoría le permitió tomarse los gobiernos seccionales y como si fuera poco, con la tolerancia que nos es tan propia, nos impuso un intrincado sistema de adjudicación de representaciones con la triste realidad que obteniendo el 30 por ciento de la votación se adjudicaban todos los puestos y así lo hizo. Somos gobernados por un delincuente prófugo y prontuariado que desde Bélgica diseñó a “río revuelto, ganancia de pescadores”.
Hoy tenemos alcaldías y prefecturas que apenas representan al veinte por ciento del electorado. Captaron el Consejo de Participación Ciudadana con una miserable votación y entre serruchos y trampas, no representa ni el 5 % del electorado. Recordando su éxito cuando nombró como Mayordomo de la Justicia a su propio Secretario Particular, hoy le entregó la cabeza del reparto a otro vivaracho, su propio avezado abogado. Y con esto se tomaron la Judicatura, las autoridades de control, están desesperados queriendo destituir a la Fiscal General y buscan llevarse los asambleístas del exterior con pocos miles de votos y con todas las trampas, modificando el sistema en plenos comicios porque no les fueron favorables y con la complicidad de los pusilánimes del CNE.
Esta práctica de las dictaduras de las minorías, llega ya a la insolencia del Consejo de la Judicatura que sin vergüenza defiende que, una sesión con cinco vocales, dos son mayoría. Los indígenas que no llegan al 7 %, nos impusieron con el terror y un gobierno timorato, una serie de reformas abusivas e inconsultas y así cualquiera que representa a una etnia, una raza o un color, a un barrio, “un colectivo ,” ambientalistas tarifados, ideologías de género, próvida y abortistas, una preferencia sexual o creencia, ya se sienten no sólo con el legítimo derecho que se les respete sus creencia o aberraciones como es elemental y lógico, sino que creen tener derecho para que todos pensemos como ellos y hagamos los que ellos creen. Esta degeneración democrática debe acabar o exiguas minorías generarán solo caos.
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