En la antigüedad, los cazadores y pescadores salían en busca de alimentos para su familia, así, unos podían comer pescado y otros carne. Lo sorprendente era que la mitad del tiempo empleaban en conseguirlos y la otra mitad en protegerlos, porque ya con el resultado de su trabajo, eran atacados por aves de rapiña, o por personas inescrupulosas que sin mayor esfuerzo, querían robarles la comida de sus hijos.
Solo cuando los habitantes de la tribu se unieron y propusieron protegerse de ser asaltados por propios y extraños, recién ahí, pudieron dedicar todo el tiempo para cazar o pescar en paz, puesto que otros les vigilaban y garantizaban su seguridad.
Esto tiene mucha similitud a como se maneja una sociedad, donde los entes gubernamentales encargados de la producción y otros del control deberían ser un equipo compacto. Diera la impresión que se ha regresado en el tiempo y los gobiernos deben emplear, la mitad del tiempo en invertir en recursos productivos y la otra mitad en controlar que estos no se dilapiden o se roben las aves de rapiña disfrazados de políticos.
Vivir así es incómodo, porque la gente no puede trabajar produciendo al ciento por ciento y cada vez se deben crear más órganos de control, que terminan también contaminándose con el pecado de la avaricia, pretendiendo apropiarse de la carne y el pescado ajenos.
¿Qué hacer ?, no es simple, porque solo la unión y acción popular decidida, impiden que los necesarios órganos de control, tampoco dividan su tiempo entre controlar y chantajear. El sistema también se rompe cuando cazadores y pescadores no comparten adecuadamente con el resto de la tribu que está dedicada a otro tipo de labores, para que ellos puedan salir a pescar y cazar en paz.
Las cosas se cambian cuando nos atrevamos a hacerlo, enfrentando y exigiendo desempeños honestos en los que producen los bienes y los acaparan, combatiendo a los que roban sin escrúpulos, sin resguardan adecuadamente a una población indefensa que trabaja honestamente.