Andrés Ojeda Sotomayor
Por estos días se celebra la Cumbre sobre Cambio Climático (COP28), con sede en Dubai; región que paradójicamente produce combustibles fósiles a gran escala, y que permanentemente vulnera derechos humanos. Las emisiones de CO2 afectan a la atmósfera aumentando las olas de calor, elevando la temperatura global e incrementando la tasa de mortalidad a nivel mundial. El Acuerdo de París puso como límite la temperatura a 1,5 grados; 2023 ha sido uno de los años más calurosos y a ese paso, la temperatura podría aumentar a 3 grados.
A medida que el cambio climático avanza, debemos ser informados que se trata de un problema que afecta a la humanidad entera, incluyendo a las comunidades que cuentan con pocos recursos para enfrentar el calentamiento global. Los derechos fundamentales garantizan la dignidad, libertad e igualdad así como el acceso a un medio ambiente saludable como un derecho humano reconocido internacionalmente; más sin embargo, el deterioro ambiental amenaza con socavar estos derechos.
A mi criterio, los Estados, las organizaciones internacionales y la sociedad civil no pueden permanecer indiferentes. Negarnos un entorno habitable, sería equiparable a una violación flagrante de nuestros derechos inherentes. La nueva Declaración suscrita por más de 120 naciones, incluyendo Estados Unidos, deberá reconocer que estamos ante la crisis ecológica más grave de la historia; adoptar políticas que reemplacen los combustibles fósiles; reducir las emisiones de gases de efecto invernadero; impulsar el uso de tecnologías sostenibles; incorporar criterios de cumplimiento obligatorio; priorizar la salud y la justicia intergeneracional, e implementar medidas de adaptación al cambio climático. Las generaciones actuales tenemos la oportunidad de redefinir la relación ser humano-naturaleza, solo si trabajamos por un mundo más equitativo para nosotros y el de las generaciones futuras; en armonía con nuestro hogar compartido, la Tierra.