Apunten, disparen, fuego

Giuseppe Cabrera

Ya la ley, el Estado de Derecho y un juicio justo ha quedado en el pasado, para el Gobierno de Guillermo Lasso, lo importante ahora es qué tan rápido desenfundes tu revólver para defenderte de lo que el Estado ha admitido es incapaz: la delincuencia y el crimen organizado.

Ante el juicio político que ha sido admitido por la Corte Constitucional y la incapacidad manifiesta de hacer sino lo mejor, por lo menos algo frente al crimen organizado, el narcotráfico y la delincuencia, el gobierno no ha tenido más respuesta que traer un tema de debate del fanatismo libertario, a nivel de política pública nacional. La tenencia y ahora, el porte de armas nunca ha sido una discusión nacional, sino solamente el tópico frustrado de los libertarios alineados con la ideología global de la serpiente con fondo amarillo y el “taxation is theft”, matrices de la cultura pop norteamericana que van bastante desentonadas de las necesidades nacionales, por quienes se construyen a sí mismos a partir de Twitter y el youtuber alt right de moda.

Las armas, como está ampliamente probado, provocan violencia doméstica, ponen en riesgo las relaciones interpersonales, aumentan el suicidio y los feminicidios. El riesgo no es que Ecuador se convierta en el viejo oeste y las calles se bloqueen hasta que el duelo de revólveres termine y se declare un ganador, el temor es que, incrementa los niveles de peligro al interior de los hogares y las relaciones primarias, como la escuela o el trabajo. Vivir armados, no nos significa ninguna garantía frente a los vacunadores y, los sicarios, que ya no tienen ningún sentido de humanidad y gastan balas, como si se tratara de un videojuego del cual su drogodependencia y la marginalidad en la que viven no les permiten aún asimilar, nada podremos hacer con los peones de las mafias, por llevar un arma de corto alcance, mientras colocan bombas en los centros de las ciudades y nos apuntan con una escopeta o un rifle de asalto.

Bueno, al final espero que tantas horas viendo a Clint Eastwood y las películas del spaghetti western, me hayan vuelto, sino la pistola más rápida del viejo oeste, por lo menos, la más veloz de la cuadra.