Agoniza la esperanza

Agustín Sánchez
Agustín Sánchez

Los tristes acontecimientos relacionados con reconocidos actores políticos, enlutan al Ecuador entero. Detrás de los repudiables actos de violencia que nos mantiene acorralados a gran parte de la población, existe un claro mensaje que nos obliga a callar y someternos a los verdaderos dueños de este país, esto ahuyenta a gente valiosa de involucrarse en política, trayendo como consecuencia lo anticipado por Juan Montalvo: «Si los hombres honestos dejan la política, los corruptos se sentirán victoriosos y convertirán el gobierno en nido de bribones».

Los escasos esfuerzos del gobierno central han sido inútiles, las organizaciones mafiosas que se han apoderado de todo el andamiaje estatal han doblegado casi por completo a todo organismo responsable de la seguridad ciudadana, los mensajes de solidaridad con familias de fallecidos e innumerables estados de excepción, hace rato dejaron de ser mecanismos válidos contra la delincuencia común y organizada.

Sepa usted que la democracia está herida de muerte, nuestra realidad nos obliga a pensar radicalmente, claudicando inclusive con cierta filosofía de vida que llama a la paz y un equilibrio social, la lamentable muerte de personas luchadoras como Fernando Villavicencio debe marcar el punto de quiebre para poner fin a este desangre que se vive en las calles contra la población civilizada. No es difícil concluir que nos encontramos en guerra, en claras condiciones de desigualdad y desprotección absoluta, nos están arrebatando la libertad de movilizarnos, expresarnos y elegir a nuestros representantes, se trata de una emergencia, pues lo que vivimos dejó de ser una amenaza para convertirse en un ataque.

Si las vidas que se han perdido en estos últimos meses, especialmente de aquellos que llevaban un mensaje de esperanza, no constituyen un legado de lucha y unidad nacional, habrá muerto la esperanza de días mejores y terminaremos entregando la patria. No existe persona capaz de solucionar este problema que nos involucra a todos quienes buscamos paz y tranquilidad, esto demanda la participación y organización de todos, desde los políticos que dicen tener las soluciones inmediatas hasta aquellos ciudadanos a quienes nos invade el miedo y el hartazgo.

Que el dolor que nos embarga se constituya en el agente transformador para una nueva independencia, esta vez de las estructuras delictivas que actualmente nos dominan en toda instancia.