Vorágine financiera

Alfonso Espín Mosquera

Nos diremos feliz año hasta el 15 de enero aproximadamente y después empezarán a llegar las cuentas bancarias, las de las tarjetas y habrá que ajustarse a cuadrar los dineros para que capitalicen los bancos, que son los que siempre sacan tajada de toda ocasión.

Pensemos que un porcentaje elevadísimo de transacciones se hacen vía digital: transferencias, pagos de servicios básicos, pagos de tarjetas, de cuotas mensuales por alguna compra; en fin, prácticamente todo va por la vía de las instituciones bancarias y en cada transacción desde 1 a miles de dólares  se cobra tarifa: 40 centavos aproximadamente. Imaginemos la ganancia de los bancos al día por las miles de operaciones en las que habría que incluir, retiros por cajero; se me ocurre una cifra: un millón de transacciones diarias en todo el país a 40 centavos cada una, son cuatrocientos mil al día que al mes significan 12 millones de dólares y, no es una crítica en contra de lo que la ley les ampara ganar a los bancos, sino una cuenta de los ingresos mínimos de las entidades financieras, que no nos dan un buen servicio.

Hay momentos pico en los que de las ocho cajas funcionan la mitad y la fila para alcanzar una ventanilla se convierte en un reto que significa perder dos o tres horas de una jornada laboral; peor todavía si tenemos que ir a los servicios de instituciones financieras que atienden los domingos o feriados, hay un cajero para una cola interminable de personas que se consuelan agradecidos de que siendo un día no laborable, haya donde hacer un trámite monetario.

Ciertamente los bancos nunca pierden. Aun cuando tienen carteras vencidas, negocian las mismas y ahí sí que los pobres ciudadanos que cayeron en mora, son reconvenidos de mañana, tarde y noche por los nuevos dueños de esas obligaciones, generalmente consorcios jurídicos, algunos de ellos parte de las entidades financieras mismas, dedicados a esas labores, que por denuncias de muchos ciudadanos, aun tras pagar la deuda deben cancelar una tarifa extra para obtener un certificado de no deber nada. Se han dado casos de personas que con una mínima obligación en mora, gracias a los intereses, honorarios y más, terminan pagando cuantiosas sumas.

También sucede que muchísima gente, por no decir toda la ciudadanía, recibe llamadas que ofrecen tarjetas de crédito, préstamos aprobados, telefonía, plomería, servicios de belleza, seguros, en fin, los mil y un arreglos para la vida y en un alto número de casos, ‘mañosamente’ y sin haber aceptado explícitamente lo ofertado, empiezan a cobrarles mensualidades, de las cuales no es fácil salir, cuanto sí hacerse deudas grandes que nunca fueron planificadas.

Todo este juego de picardías, de ventas por teléfono, de leyendas que a toda costa y de manera astuta nos quieren hacer imprimir el recibo de una transacción en el cajero automático para sangrarnos más centavos. Todas están al acecho de los ciudadanos, por lo que hay que vivir vigilantes para no caer en estos azares que significan la perdición y, ojalá el gobierno regule con justicia en bien de su pueblo, para que los bancos signifiquen de alguna manera entidades no solamente de lucro y enriquecimiento, sino de servicio a la sociedad, con cuyo dinero hacen sus fortunas.