¿Quién decide por nosotros?

César Ulloa

Es inadmisible que una Asamblea Nacional con el 6% de credibilidad decida sobre temas de altísima sensibilidad en representación de los 17 millones de ecuatorianos y ecuatorianas. Me refiero a la educación (general y superior), inseguridad, seguridad social, reforma laboral, economía y el sector productivo ampliado. Esta Asamblea supera en malas calificaciones a la que salió y que estaba presidida por César Litardo. No vamos en retroceso, vamos directo al despeñadero. Entonces, no hay crisis de representación, únicamente, sino hartazgo de la ciudadanía en el más amplio sentido y no hay vuelta atrás. Se requiere un cambio de actitud en los asambleístas, pues está comprobado que entre los problemas de quienes ocupan el recinto legislativo están: falta de experiencia, ego sobredimensionado e injustificado, incapacidad de argumentación, salvo honrosas y muy pocas excepciones.

A diferencia de la Asamblea, las instituciones que gozan de mayor credibilidad son las universidades, la familia y la Iglesia, porque sin lugar a dudas en estos espacios vertebradores de la sociedad no se discute sobre peculado, lavado de activos, tráfico de influencias e incidencia del narco. De ahí, la necesidad impostergable de que las universidades tengan una mayor vinculación con el Estado (funciones y niveles de gobierno) para apoyar con propuestas científicas y éticas respecto del presente y futuro del país. No en vano, en los países de mayor desarrollo, las universidades ocupan un lugar central en la vida pública y sus rectores tienen rango de ministros. Para muestra un botón: en Ecuador se requiere de tantos méritos para ganar una plaza de docente en la universidad y ningún requisito para ser electo en la Asamblea.

Nuestro país no saldrá adelante sin una alta dosis de responsabilidad. Nadie se hace cargo de nada. Es urgente la rendición de cuentas y el desprendimiento de intereses absurdos para el tránsito a un nuevo contrato social. Entre las medidas urgentes: tener verdaderos partidos políticos, no tanques de mediocridad y chequeras. Sin una nueva clase política, tampoco pasará mucho.