Un caldo de cultivo que afecta a todos

Alejandro Querejeta Barceló

Se suceden los relevos en las cabezas de ministerios y secretarías, por momentos de manera vertiginosa, en tanto las encuestas dan porcentajes muy bajos a la hora de calificar la gestión del presidente Guillermo Lasso. En tanto, desde la oposición, el ciclo de las venganzas sigue en marcha.

Quizás el tanto que podría anotarse el Presidente a su favor, en materia política, es la conclusión de las conversaciones y arreglos con el movimiento indígena y representantes de sectores populares.  Los acuerdos son frágiles mientras no se lleven a la práctica, pero, a pesar de su imperfección, también son el primer paso hacia la solución de un problema.

Como balance provisional, puede afirmarse que, en nuestro caso, no es fácil la supervivencia de la democracia. En un contexto de empeoramiento de la economía mundial, el encarecimiento de los alimentos, las medicinas, el combustible y las importaciones de bienes y servicios, crecen los peligros de fuertes tensiones y confrontaciones sociales.

Sobre todo en el inmediato horizonte electoral, cuando las tensiones retóricas suelen ir en todas direcciones. Tras un tira y afloja sin fin entre Gobierno y oposición, este contexto no ayuda a nadie, ni a quienes ejercen alguna forma de poder, ni a los que aspiran a tenerlo en sus manos a corto, mediano o largo plazos. La incertidumbre, el relato del victimismo y el resentimiento son un caldo de cultivo que nos afecta a todos.

Cada día que pasa queda claro que es todo o nada. El tiempo es inexorable y otro cambio de ciclo político parece estar en la puerta, aunque hay quien dice que le “importa un pito” lo que digan, por ejemplo, las encuestas. Lo que sea que signifiquen esas palabras, las democracias liberales (y la nuestra dice serlo) encajan mal con el miedo. Y vivimos en una cultura del miedo. Están por verse sus consecuencias reales.

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