Medio Oriente: un polvorín que no se apaga

Ugo Stornaiolo

No es un enfrentamiento entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que controla los territorios de Cisjordania, sino del estado hebreo contra la milicia islámica Hamas, que maneja de facto la franja de Gaza, que junto a Cisjordania fueron una concesión en los acuerdos de Oslo de 1993 a los palestinos, segregados de su territorio tras la creación del Estado de Israel, en 1948.

Los islamistas de Hamas realizaron ataques sorpresivos en el sur de Israel, tomando rehenes y matando personas. Millares de muertos y heridos en Israel y entre los palestinos son el resultado de esta masacre de los islamistas y la respuesta judía. El sábado 7 (coincidencia preparada por los 50 años del Yom Kippur -1973-), en la festividad judía del final del ciclo anual de lecturas semanales de la Torá (su libro sagrado), hubo incursiones en varios frentes que sorprendieron a los israelíes.

Israel, a través de su ministro de Defensa, ordenó sitiar la Franja de Gaza, territorio costero, muy poblado, bloqueado por el estado hebreo por más de 16 años. Hamás, el grupo islámico que controla ese territorio, amenazó con ejecutar rehenes civiles si los ataques aéreos afectaban a los habitantes de Gaza. Fue el mayor ataque contra Israel desde los sucesos de Yom Kippur.

Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, advirtió: “estamos en guerra y vamos a ganarla”. El líder militar de Hamás, Muhammed Deif, respondió que su grupo lanzó esta “operación” para que “el enemigo comprenda que el tiempo de su violencia impune terminó”. Este conflicto se suma a otro: la invasión rusa a Ucrania y marca el fin del liderazgo unipolar de EE. UU.

Las causas de esta guerra van desde la ausencia de una solución política soberana sobre los palestinos, divididos entre la Franja de Gaza -sudoeste- y Cisjordania, al este. La Franja está sitiada y Cisjordania sufre ocupación militar y pérdida permanente de territorios y reservas de agua por parte de colonos judíos.

Otro factor tiene que ver con cierta apatía del mundo árabe sobre la causa palestina y el desprestigio de sus dos representaciones: la ANP y Hamás, mientras Israel buscaba entendimientos con países como Marruecos, Arabia Saudita y Bahréin (los acuerdos de Abraham). Hamás buscó, con esta irrupción, que los árabes retomen la causa de la autodeterminación palestina y ser los legítimos representantes del pueblo palestino, pero es una organización terrorista. Tanto Israel como Hamás tienen en común que ni buscan ni quieren la paz en ese polvorín llamado Medio Oriente.