¿Acaso hemos aplicado las lecciones del Holocausto?

Por Tzach Sarid

Embajador de Israel en Ecuador

En el mundo actual en el que aún existe discriminación, intolerancia y antisemitismo, la pregunta es: ¿Qué enseñanza nos ha dejado el Holocausto?

El 1° de noviembre de 2005 la Asamblea General de las Naciones Unidas decide designar el 27 de enero como el Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto, se eligió esta fecha en recuerdo al 27 de enero de 1945, día de liberación del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau.

Cada año, en este día, nos reunimos con corazones llenos y mentes reflexivas para rendir homenaje a las víctimas de una tragedia que marcó indeleblemente la historia de la humanidad. Recordamos a los seis millones de judíos, así como a millones de otras personas, incluidos gitanos, discapacitados, homosexuales y disidentes políticos, que fueron víctimas de una ideología nefasta y de un odio desenfrenado durante la Segunda Guerra Mundial, y fueron asesinados por los Nazis y sus aliados.

Este día no solo rinde tributo a aquellos que sufrieron y perecieron en los campos de concentración y exterminio, sino también es un llamado urgente a la reflexión colectiva sobre los oscuros abismos a los que puede llevar la intolerancia y el fanatismo.

Al rememorar este capítulo sombrío de la historia, debemos comprometernos a salvaguardar la memoria de las atrocidades del Holocausto, no solo como un ejercicio de recuerdo, sino como una herramienta educativa esencial para las generaciones futuras. La enseñanza de la historia del Holocausto no solo implica narrar hechos, sino también fomentar una comprensión profunda de los factores que permitieron que semejante tragedia ocurriera. Explorar las raíces del odio, examinar las decisiones que llevaron a la persecución y analizar las consecuencias de la indiferencia, nos permite construir sociedades más justas y resistentes contra cualquier forma de discriminación.

En un mundo contemporáneo donde persisten manifestaciones de intolerancia y prejuicio, el Día Internacional en Memoria del Holocausto adquiere una relevancia aún mayor. Nos enfrentamos al imperativo moral de aplicar las lecciones aprendidas para contrarrestar los discursos de odio, discriminación y xenofobia.

Este día nos insta a renovar nuestro compromiso con la construcción de sociedades más inclusivas, donde la diversidad sea no solo tolerada, sino también celebrada como una fuerza enriquecedora.

La memoria del Holocausto no solo es un recordatorio de los horrores pasados, sino también una advertencia vigente sobre los peligros de la apatía y la complacencia. Al recordar, llorar y reflexionar, nos comprometemos a ser guardianes activos de los derechos humanos, promotores de la justicia social y defensores de un mundo donde la empatía y el respeto mutuo sean los cimientos de nuestra convivencia. Que este día nos inspire a trabajar incansablemente para construir un futuro donde la llama de la memoria ilumine el camino hacia un mundo más compasivo, equitativo y libre de odio.

Hay que destacar que durante el Holocausto también hubo momentos para resaltar, como el levantamiento del gueto de Varsovia donde judíos lucharon contra los nazis y sus aliados. También hubo muchos ciudadanos que ayudaron a los judíos, muchas veces poniendo en riesgo su vida y la de sus familias. A ellos también los recordamos.

Por ejemplo, el diplomático ecuatoriano Manuel Muñoz Borrero, quien sirvió en la embajada de Ecuador en Suecia y emitió pasaportes ecuatorianos a judíos polacos, para salvarlos.

Este no fue el destino de los familiares de mi padre Yaakov, en un pequeño pueblo de la región de Leopoliso Lviv, hoy en Ucrania. Mientras servía en el Ejército Rojo ruso, fueron sus propios vecinos quienes exterminaron a todos los miembros de su familia y no dejaron a nadie con vida. Más tarde, después de que mi padre emigrara al Estado de Israel, cambió su apellido a «Sarid«, que significa el que sobrevivió, el que permaneció vivo, el único de todos los miembros de su familia.

Mi padre eligió ir al Estado de Israel porque creía que el lugar de los judíos estaba allí y que sería el único lugar donde no le gritarían «jide« (término que se utilizaba para degradar a los judíos) no lo discriminarían o perseguirían por ser judío.

Es verdaderamente preocupante, que incluso 80 años después del Holocausto, todavía hay personas en el mundo que quieren asesinar a los judíos sólo por serjudíos. Este fenómeno, que existe junto con el antisemitismo clásico y el nuevo, hoy en día caracteriza especialmente al islam extremista de Irán y sus apoderados: Hezbollah, Hamas y otros.

De hecho, desde el Holocausto, el pueblo judío no ha conocido un día tan trágico y sangriento como el 7 de octubre, día en el que los terroristas de Hamás asesinaron con terrible crueldad y sin razón a más de 1.200 ciudadanos israelíes, así como a ciudadanos de otros países que por casualidad se encontraban ahí.

La masacre del 7 de octubre, como todas las guerras y los atentados de terror nos enseñaron que el estado de Israel no siempre es un lugar seguro para los judíos, pero es nuestro país, al que pertenecemos, donde viviremos y donde moriremos.