La reacción esperada

Sofía Cordero Ponce

El caso Metástasis confirmó todo aquello que temíamos sobre los alcances de la narcopolítica, que se constituye como un complejo entramado de relaciones entre jueces, abogados, fiscales, funcionarios y actores políticos. No podíamos esperar que el crimen organizado permaneciera pasivo frente a tal revelación, y así fue como de manera violenta, la noche del 8 de enero empezó su reacción con una serie de atentados cuyo objetivo es generar pánico en la gente y demostrar su fuerza frente al Estado.

El reconocimiento de la existencia de un conflicto armado interno en el Decreto 111 emitido por el presidente Daniel Noboa abre un escenario inédito en el país, en el que, por primera vez, los grupos del crimen organizado se convierten en objetivo militar y las Fuerzas Armadas asumen un rol central en el que sus decisiones y estrategias definirán el destino de los acontecimientos.

La guerra a la que nos vemos abocados exige unidad contra el enemigo. La primera reacción y la más evidente, ha sido un sentimiento generalizado de solidaridad con las Fuerzas Armadas, lo que nos remite a una experiencia histórica en la que, a diferencia de otros países de la región, estas se han mantenido junto al pueblo en las situaciones más críticas. Este sentimiento casi natural de unidad, no se replica entre la clase política, a pesar de las declaraciones del secretario de comunicación, Roberto Izurieta, para quien el Ecuador vive, por primera vez en 35 años, un momento de unidad y quien afirma que “el enemigo no está en la política”. Sorprende la seguridad con la que se refiere a que, en más de 40 años, las fuerzas legislativas no se han unido como lo han hecho para esta causa.

Una vez evidenciados los vínculos entre el crimen organizado y la política, hablar de unidad entre fuerzas legislativas parece ser más un riesgo que un beneficio. Nuestro Estado ha sido penetrado por fuerzas políticas que defienden intereses del crimen organizado y, por tanto, la criminalidad que ha estallado en las calles, está presente, aunque con distintas estrategias, en las instituciones. Cabe decirle al Gobierno en voz muy alta, que el enemigo hoy, sí está en la política.